La Correspondencia de España, 14
de enero de 1921 (1)
EL PROBLEMA PERIODISTA
Todo el Mundo ha tenido el mismo
problema que España y todo el Mundo lo resolvió comercialmente: dando menos
cantidad de mercancía y más cara.
El problema planteado a la Prensa
no afecta sólo a las empresas. No se trata de que éstas ganen más o menos. Se
trata simplemente de que los periódicos, industrias que dan de comer a millares
de familias, vivan o no vivan. Por eso es preciso estudiar este problema con
serenidad y sin apasionamiento, pensando en los centenares de familias que
viven del trabajo periodístico, desde los redactores hasta los vendedores.
En todo momento no he tenido otra
preocupación, y cuantos trabajan en esta casa, desde el redactor jefe hasta el
mozo de limpieza, saben que siempre les he dicho lo mismo: para que todos
puedan vivir es necesario que todos nos sacrifiquemos. Cualquier egoísmo
individual puede conducir a la ruina colectiva, y por eso, para defender el
pan de todos es preciso no dejarse sugestionar por ningún género de
apasionamientos.
La realidad es que costando el
papel de un periódico muy cerca de ocho céntimos, no puede ser vendido a seis
céntimos efectivos sin ir a la quiebra, y por lo tanto sin que se queden
parados cuantos viven de la redacción, administración, confección, cierre, venta
y reparto de los periódicos.
Todo el Mundo ha tenido el mismo
problema y en todas las naciones «menos en España” ha sido resuelto con
idéntica fórmula. Desde los Estados Unidos hasta Portugal, Europa como África,
Asia como Oceanía, América del Norte como América del Sur, todos los pueblos
del Mundo han solucionado el problema con idéntico procedimiento: han
disminuido la cantidad de papel y han aumentado el precio. Los diarios que no
han disminuido la cantidad de papel han elevado el precio en mayor proporción.
Al mismo tiempo, han elevado sus tarifas de publicidad para reforzar los
ingresos, pudiendo por este medio aumentar los sueldos a todo el personal de
redacción, administración e imprenta.
Aun cuando tengo reseñado lo que
han hecho casi todos los diarios del Mundo, citaré solamente tres tipos:
Inglaterra, Francia y Portugal.
Londres ha elevado el precio de
los grandes diarios del tipo de «The Daily Telegraph» desde un penique a dos
peniques. Han podido no disminuir el papel por tener fábricas de papel, en
América y en el Continente y por haber elevado la publicidad.
Paris ha aumentado el precio de
los diarios a quince y a veinte céntimos, ha elevado las tarifas de publicidad
y ha disminuido la cantidad de papel, reduciéndose a cuatro páginas.
Lisboa ha hecho lo propio y los
diarios han subido a cinco centavos, equivalencia de veinticinco céntimos,
reduciendo también su tamaño.
Esa ha sido la formula “universal”
y las empresas han procurado dentro de lo posible mantener a todo su personal
con el objeto de que la disminución de trabajo afectase al menor número posible
de redactores, de empleados y de operarios.
En España resolvimos el problema
con el anticipo reintegrable, y como cesó día 10 de este mes, vuelve a
plantearse el problema con caracteres tan alarmantes que si no es resuelto
rápidamente morirán muchos periódicos y quedarán sin trabajo centenares y acaso
millares de familias.
Antes de resolver un problema, sea
cual fuere, acostumbro a documentarme lo mejor que puedo, y para resolver este
problema lo primero que necesitaba era saber qué precio tendría el papel.
Consulte con amigos míos de Londres, y con la autoridad que en esos asuntos
tienen me aseguraron que el papel subiría de precio después de la guerra. No se
equivocaron, y más tarde pude saber que la baja se iniciaría cuando bajase el
precio de la madera y del carbón; pero que sería muy lenta y que por lo menos
en dos años no lograríamos tener papel en Madrid a menos de cien pesetas.
Tampoco se equivocaron, y como yo tengo fe absoluta en esas informaciones, a
ellas me atengo, Por lo tanto, yo he hecho siempre los calculo suponiendo que
tardaremos bas tante tiempo en tener papel a menos de cien pesetas los cien
kilos, y de esa base he partido en mis deducciones.
Planteado en esos términos el
problema no tiene más solución que buscar la fórmula para que el papel de un
periódico no cueste más de tres céntimos, pues hoy son necesarios tres céntimos
y la publicidad para poder hacer frente a los aumentos de sueldos, de salarios
y de precio de las primeras materias. El carbón, el gas, el plomo, los demás
metales, la tinta, las pastas para rodillos, las mantillas, todo cuanto es
primera materia periodística ha subido de precio en cantidad excesiva y si en
1914 era posible editar periódicos con un margen de un céntimo entre el precio
del papel y el de venta, hoy son necesarios por lo menos tres.
La cuenta es matemática, pues la
proporción de gastos es de uno a tres, debiendo advertir que aun cuando los
periódicos son vendidos a siete céntimos, lo son en realidad a seis céntimos
por las devoluciones, roturas, franqueo y demás quebrantos de tirada bruta a
venta neta.
Calculando un peso medio de 50
gramos, será preciso para que cueste tres céntimos que valgan los 100
kilogramos 60 pesetas, lo que da 30 pesetas para el millar y tres céntimos para
el ejemplar.
Queda por lo tanto como dato
definitivo para calcular, que el papel no puede valer más que tres céntimos. O
lo que es lo mismo, que debe existir un margen de tres céntimos entre el precio
del papel y el precio de venta al vendedor. Esto es lo importante.
Por lo tanto, la fórmula consiste
en encontrar un procedimiento que permita obtener una diferencia de tres
céntimos entre el precio del papel y el de venta.
Tres procedimientos hay:
Primero. Que el Estado abone la
diferencia entre sesenta pesetas los cien kilogramos, puesto el papel en
imprenta, y el precio corriente.
Segundo. Que los periódicos
reduzcan su tamaño para no gastar más que tres céntimos de papel.
Tercero. Que los periódicos
aumenten el precio para obtener una diferencia de tres céntimos entre el precio
del papel y el precio de la venta al vendedor.
Si hay alguien que conozco otro
procedimiento, que lo diga.
El primer procedimiento no me
gusta por mil razones, siendo la más poderosa de todas que es sentar un
precedente muy peligroso, pues lo mismo que pidiésemos hoy los periódicos, lo
pedirían mañana los demás industriales. Los periódicos no son al fin y al cabo
otra cosa que unas industrias, y como toda industria, deben resolver sus
problemas industrialmente. Además, acabaríamos de perder la escasa fuerza moral
que aún nos queda y careceríamos de autoridad para combatir a los industriales
que no saben organizar sus industrias para vivir sin protección arancelaria o
del Estado. No cabe duda de que el periódico es necesario; pero necesaria es la
carne, y el calzado, y el vestido, y la habitación. ¿Se le ocurrió a nadie que
el Estado pagase la diferencia de precio? Cierto es que la paga en el trigo
para el litoral; pero la tendencia es suprimir todo auxilio y llegar cuanto
antes a la industria libre. Repito que no me gusta ese procedimiento; pero si
fuese aceptado como mal menor, no lo combatiría y aceptaría la decisión de mis
colegas, aunque diciendo siempre que no es solución, sino paliativo
antieconómico.
El segundo procedimiento es por el
momento también imposible, pues dado el precio del papel costaría cuatro
páginas de “El Liberal”, por ejemplo, más de los tres céntimos. Francia ha
llegado a las cuatro páginas de ese tamaño; pero con 15 céntimos.
Por lo tanto, no queda más
solución industrial y económica que la de aumentar el precio a 15 céntimos,
conservando cada cual su actual tamaño, medio único de que quede un margen de
tres céntimos en ejemplar. Calculando el papel a 140 pesetas, resultan los 50
gramos a siete céntimos, y vendidos a once, resultarán con mermas y vuelta, a
diez. Por lo tanto, quedará el margen de tres céntimos para «poder vivir»; pero
sólo para poder vivir, sin ganar ni una sola peseta.
Hay muchos que tienen miedo al
periódico pequeño y caro. Con respecto al periódico pequeño diré tan sólo que
Paris tiene una vida mil veces más intensa que Madrid, y le sobra con
periódicos de cuatro páginas. ¡Claro es que no llena páginas y páginas con
anuncios que parecen telones, ni con artículos de Revista, ni con chismes de
vecindad, ni con folletines cuádruples, ni con telegramas en los que se informa
al lector con todo lujo de detalles, de cuantos sucesillos locales acaecen en
toda España, y que sólo interesan en las respectivas localidades!
¿Por qué razón no han de poder
hacer los periódicos de España lo que hacen los de todo el Mundo civilizado?
Cada periódico conservará su
público. ¿Acaso no lo conservó «El Sol» subiendo a veinte céntimos? ¿Acaso no
lo conservó «El Socialista», elevando el precio a diez céntimos
Por lo mismo que el momento es muy
difícil, es preciso no perder la serenidad y prescindir de temores y de
apasionamientos.
Yo me atrevo a proponer como
fórmula que podríamos ensayar durante un trimestre la siguiente:
«A partir del día 15 de Enero
todos los diarios españoles aumentarán el precio de su venta y de su
suscripción en una tercera parte, vendiéndose los de 10 céntimos a 15 y los de
20 a 30. El diario que infrinja esta disposición será suspendido durante quince
días, y si reincidiese será suspendido definitivamente.”
Una vez más ruego a todos mis
colegas que se despojen de todo linaje de apasionamientos al estudiar este
asunto, sin olvidar un solo momento que no se trata de dar beneficios a las
empresas periodísticas, sino de conservar los medios de vida a los millares de
familias que viven de las industrias periodísticas. Mi criterio está claramente
expuesto; pero lo acomodaré al de la mayoría, si la mayoría piensa de modo
distinto.
LEOPOLDO ROMEO
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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