La Correspondencia de España, 16
de febrero de 1921 (1)
COMENTANDO
Alemania ha obtenido el suministro
de todas las locomotoras que España necesitaba, y lo ha obtenido en un concurso
internacional, al cual han concurrido todas las naciones productoras. Lo
sucedido ahora no es una novedad, y Alemania no hace otra cosa que seguir la
política contraria a España: dar trabajo a la industria nacional, cueste lo que
cueste. ¡Qué ejemplo!
He dicho que no es una novedad lo
sucedido. Hace muchos años-lo relaté en estas columnas- se celebró otro
concurso mundial fuera de España, y La Maquinista Terrestre y Marítima quiso
quedarse a todo trance con el pedido, ordenando a sus ingenieros que calculasen
los precios sin ganar un céntimo. Llegó el concurso, y Alemania triunfó,
ofreciendo precios más baratos. El director de La Maquinista, creo que se
llamaba D. Magin Cornet, hizo cálculos y dedujo que perdía la industria alemana
unos miles de pesetas en cada locomotora. Pasó el tiempo y averiguó que las
casas alemanas habían recibido del Estado una subvención por unidad. ¡Todo,
antes que dejar sin trabajo a miles de obreros!
Esa política hizo a Alemania grande y la
rehará. Al amparo de las industrias subvencionadas viven otras muchas que ellas
se derivan y la protección se diluye por todo el país. “Krupp” protegido,
«Vulcano» protegido, «Diessel» protegido, «Zeppelin» protegido y tantos otros,
costaron aparentemente a Alemania muchos millones de marcos; pero los
devolvieron pródigamente, pues a su sombra surgieron mil industrias derivadas,
que andando el tiempo fueron la riqueza del Imperio. Lo importante es lanzar la
marca y acreditarla: luego viene la normalidad industrial. Al amparo de la
protección directa o indirecta, con subvención por unidad o con «dumping”, son
inundados los mercados extranjeros. Primero se hace la clientela y luego se
conserva; pero para crearla hay que realizar sacrificios.
**
Ese concurso de locomotoras debía
haber servido para que los ministros celebrasen varias reuniones, consagradas a
debatir el tema que planteaba la proposición alemana. ¿Qué es más patriótico,
dejar que las industrias perezcan, o fomentarlas para que invadan los mercados
extranjeros? Si a este estudio se hubieran consagrado, tal vez habrían hallado
el secreto de la protección alemana, que es todo lo contrario del secreto de la
protección española. Aquí se protege al capitalismo industrial, y allí al
industrialismo. Aquí no se mira al interés industrial, sino al de algunos
industriales, y allí sólo se atiende al interés de la industria. Aquí se
consiente que las industrias tengan capital ficticio cada día mayor, y allí no
se tolera tal cosa; por el contrario, se va a la amortización de capital cada
año, por eso hay industrias que trabajan «sin capital», por haberlo amortizado
todo, y por lo tanto, un beneficio chico es enorme, mientras que aquí, un
beneficio enorme es pequeño por el aumento ficticio de capital. Aquí los
negocios industriales nacen siempre de un negocio financiero, y allí son los
negocios financieros los que nacen de los industriales.
**
¡Es lástima que el Gobierno no se
haya tomado la molestia de estudiar todo eso! Acaso si lo hubiese estudiado, no
irían esos millones a Alemania y se habrían quedado en España, aun cuando
hubiesen costado las locomotoras un poco más.
La vida nacional debe ser como la
matrimonial. ¿Habría matrimonio si la mujer que tiene un marido pobre se diese
al conquistador rico o pródigo, sin pensar en otra cosa que en el dinero? Pues
tampoco puede haber nación, si los Gobiernos entregan la industria nacional al
conquistador rico o pródigo. ¡Quien quiera entender, que entienda!
JUAN DE ARAGON
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