jueves, 23 de enero de 2025

A020 EJERCITO NUEVO Y ACTUALIZADO

 

 

Leopoldo Romeo solicita urgentemente un Ejercito nuevo y actualizado

 

La Correspondencia de España, 25 de noviembre de 1905

CUESTIONES NACIONALES

LO MAS URGENTE

Tenemos necesidades de hoy, que no pueden ser dejadas para atenderlas mañana, pues cada momento que pasa sin atenderlas redunda en daño de la patria. Y una de esas necesidades, tal vez la que con mayores apremios reclama ser atendida, es la que se refiere al material de guerra, inútil por antiguo, y peligroso por inútil.

Tener un solo momento más al Ejército sin elementos de ataque y sin medios de defensa, es suicida, demandando el patriotismo que urgentemente se provea a remediar este vergonzoso slatu quo, con el cual es imposible toda tranquilidad interior y toda tendencia de relación internacional, porque la vida patria necesita estar garantizada por la fuerza, y a las naciones extrajeras no les placen las amistades con quienes carecen de medios de ataque y de defensa. Tales pueblos valen más para enemigos, por ser conquistables, que para amigos, por ser débiles que ninguna ayuda pueden prestar.

Si Romanones ha acudido solicito y presuroso a remediar el hambre, por medio de créditos extraordinarios, Weyler debe acudir a remediar esa vergüenza nacional, recurriendo a análogo sistema. Y debe recurrir a ello con urgencia, porque como el material de guerra no se improvisa y es necesario encargarlo con tiempo, conviene no demorar meses lo que es necesario cuanto antes, hoy mejor que mañana.

Nadie a ello se opondrá, porque ya sabe el país, por dolorosas, sangrientas y costosas experiencias, que las mal entendidas economías en Guerra, con el colmo del despilfarro. Esto, que parece paradoja, es verdad irrefutable, como lo demuestra lo que nos sucedió en la guerra. Nosotros, por ahorrar cientos de millones, perdimos millares, y los Estados Unidos, que no ahorraron, que gastaron á tiempo, recogieron mil por uno.

Pensad en lo que hubiese sucedido si España tuviera defensas y barcos cuando la guerra, y os convenceréis de que el gasto, es en ocasiones productivo, y el ahorro es, en cambio, más costoso que todos los despilfarros imaginables.

Cierto es que no hemos aprendido, que no hemos escarmentado; pero no es menos cierto que ya es hora de escarmentar y de aprender, llevando á la conciencia nacional, no ideas de falsa populachería, gratas a la plebe, sino verdades de patriótica conveniencia, saludables para el bienestar nacional.

Yo he censurado duramente, sangrientamente, casi brutalmente, a Weyler, por no haber tenido arrestos para imponerse dictatorialmente cuando pudo hacerlo en bien de la patria, y seguiré igual conducta si ahora cede à presiones de menuda política, renunciando á sus proyectos de reconstitución militar. Y lo censuraré no como otros, por lo que hizo, sino por lo que dejó de hacer, pues yo he sostenido y sostengo, que del desastre no tenemos derecho alguno á hacer culpable á nadie, por la razón contundente de que todos fuimos culpables y ninguno tiene autoridad bastante para aplicar al prójimo responsabilidades por todos compartidas. Fuimos todos culpables, altos y bajos, Prensa y Parlamento, aristocracia y pueblo, civiles y militares, todos, en una palabra, porque el desastre fue producto de errores nacionales, y los errores nacionales no pueden nunca ser atribuidos a personas determinadas. Aquello es historia. Ahora debemos preocuparnos, más que del pecado, de la enmienda, y yo exhorto al ministro de la Guerra a que se enmiende, gobernando el Ejército como él quiere ser gobernado: con iniciativas y con arrestos.

La conciencia nacional se ha dado cuenta exacta de que así es imposible continuar, y como la opinión sensata no se opone a nada que sea justo y conveniente, ha llegado momento de que Weyler plantee claramente el problema, hablando a la nación palabras de verdad y diciéndole sin rodeos que no tenemos Ejercito y que necesitamos tenerlo, y para tenerlo no hay más que una solución: hacerlo de nuevo.

Claro es que tenemos soldados, hombres; pero eso no es hoy Ejército. Lo era antes, cuando el arma blanca, cuando el fusil de corto alcance, que permitía el cuerpo a cuerpo. Hoy no, porque hoy, el factor hombre necesita el factor mecánico, la máquina moderna, que hace en muchas ocasiones estériles los ardimientos del corazón y da el triunfo á las reflexivas y matemáticas combinaciones de la que podríamos llamar mecanisterla militar.

Weyler no debe esperar á que las Cortes se reúnan, porque las Cortes son el manzanillo de todo lo bueno para la patria. Allí todo se convierte en política, y cualquier charlatán puede desbaratar sus proyectos con un chiste ó con un párrafo de huera palabrería.

Hay que resolver esos asuntos por decreto, a raja tabla, dictatorialmente, porque se trata de la salud de la patria y esa salud no puede estar esperando á que se reúnan en consulta los curanderos políticos.

Hacen falta cañones, hacen falta defensas terrestres, hacen falta elementos sanitarios, hacen falta servicios de telegrafía, etcétera, etc., y por ser indudable que hacen falta, es pueril aguardar a que las Cortes lo confirmen. Y sobre todo, en lo que al material de artillería se refiere, ¿qué van á decir las Cortes que no pueda ser dicho por los técnicos, ni qué van á resolver que no pueda y deba ser resuelto por el ministro?

Ya lo sabe el general Weyler. La patria no puede continuar indefensa, a merced de cualquier salteador internacional, y además necesita ir preparando su dote para cuando se alíe con alguna de las Potencias que hoy nos hacen el amor.

Hacerlo hoy, será patriótico y será oportuno. Hacerlo mañana, tal vez sea tardío y funesto. 

Juan de Aragón.

https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

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