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La Correspondencia de España, 26
de julio de 1905 (1)
LO DE MARRUECOS
PELIGROS CONJURADOS
He tenido ocasión de conversar con
personas que conocen cuanto se relaciona con los asuntos internacionales, y en
nuestra conversación, ha sido Marruecos el punto culminante. Reflejo exacto de
esas conversaciones y de la verdad diplomática, son las siguientes líneas:
El problema de Marruecos, que
estuvo hace meses muy embrollado, ha entrado en período de satisfactorio
planteamiento, y todo hace esperar que la solución sea armónica para cuantas
Potencias están en él interesadas. Tenía ese problema factores muy diversos que
producían complicaciones enormes por su heterogeneidad; pero, felizmente. ha
podido ser planteado en términos más concretos y homogéneos. A la diversidad de
criterio reemplaza ahora la unidad, y lo heterogéneo de las aspiraciones se
convierte en homogeneidad de deseos, pues todas las Potencias en el problema
interesadas buscan fórmula de paz, de concordia, de civilización, de equidad de
intereses soluciones definitivas que aclaren el horizonte para lo porvenir y
resuelvan para siempre, el problema principal, que es la penetración, y los
problemas secundarios, que son los comerciales, la influencia.
Confunden muchos la penetración
con la influencia, y de esa confusión nació la posibilidad de un conflicto.
Penetrar equivale á tener derechos de control, de vigilancia, de protección,
de privilegio. La influencia, en cambio, atañe sólo á lo comercial, y claro es
que puede muy bien suceder que Potencias que nunca ambicionaron derechos de
penetración, pidanles sea reconocido el derecho a extender sus zonas de
influencia al amparo de concesiones mercantiles, en absoluto independientes de
las territoriales.
Por dicha de Europa, el equívoco
ha sido deshecho, y la intervención de Alemania y de los Estados Unidos ha
producido, en sus conversaciones diplomáticas con Francia, un resultado muy
favorable: la inteligencia de todas las Potencias en los puntos capitales y el
acuerdo de que los secundarios se fundamenten en base de armonía. La
Conferencia internacional será obra de pacificación, no sólo para hoy, sino
para lo porvenir.
En diplomacia es imposible
concretar, porque las Cancillerías no formulan nunca su criterio definitivo
hasta el momento oportuno; pero no se padecerá error al afirmar que todas las
Cancillerías partirán de la base de que todas las Potencias tienen derecho a
influir comercialmente en el Imperio, garantizando el derecho de todas aquellas
otras que por su historia y su posición van a ejercer los derechos y los
deberes de la penetración.
Es decir, que España, Inglaterra y
Francia reconocerán la influencia comercial de todas las naciones, a cambio de
que éstas reconozcan a las primeras sus derechos indiscutibles a ejercitar en
misión civilizadora un controle político y financiero sobre Marruecos, abriendo
sus puertas a la cultura moderna y robusteciendo la autoridad del Sultán con su
apoyo moral y financiero.
Nadie sueña en conquistas, y ni un solo
momento se ha pensado en penetraciones a mano armada. Esos son sueños, y
Europa. solamente quiere devolver la paz al Imperio, librándole de la anarquía
que hoy le amenaza con gérmenes de disolución.
Hubo un momento, cuando el
equívoco aun no había sido destruido, en el cual peligró realmente la concordia
europea: pero ese momento duró tan poco, que el peligro, se conjuró en horas...
Radoan y Rouvier procedieron con tal tino, con tal patriotismo, con tales
previsiones, que el amor propio no asomó ni una sola vez a sus labios,
dominando en sus palabras, no la nota de egoísmo nacional, sino el ferviente
deseo de que Europa recobrase su perdida tranquilidad, volviendo la politica
internacional a sus cauces normales, desbordados por el aluvión de inmoderados
apetitos de Delcassé. A la política de provocadoras ambiciones sucedió la de
prudentes concesiones, y Rouvier y von Bulow acordaron fórmulas de saludable
concordia.
Hoy puede afirmarse que el
pavoroso problema de Marruecos esta resuelto, pues la Conferencia internacional
no será otra cosa que una pública y solemne ratificación de lo que ha sido
convenido en términos generales por las Potencias, con acuerdo unánime y sin
discrepancias fundamentales.
España, ni perderá ninguno de sus
derechos, ni contraerá deberes abrumadores. En esto se hallan todas las
Potencias de acuerdo, y es nota dominante entre las Cancillerías la de
reconocer á España el máximum de prerrogativas, asignándole el mínimum posible
de deberes.
Saben que España no ha de crearles
conflictos, y están convencidos de que los españoles, por tradición, por raza y
por clima, son los únicos que pueden consolidar la obra de europeización de
Marruecos llevando al Imperio, no las armas, que crean odios, sino el trabajo,
que crea vínculos de amistad fraternal. España, convenientemente amparada y con
robusta salvaguardia, podrá hacer en Marruecos lo que nadie más que ella puede
hacer: civilizar el Imperio.
Afirme usted rotundamente, me
decían los diplomáticos con quienes he conversado, que la labor diplomática
actualmente realizada es obra de concordia, y añada que la Conferencia será la
consagración de una nueva política que se puede condensar en una frase: nada de
aventuras.
No temo ser rectificado en una
sola tilde porque estas líneas están prudentemente contrastadas escuchando
diversos pareceres a personas que no sabían había ya hablado con otras. Todos
convienen en lo esencial y muchos en lo accesorio. Yo no comento; me limito a dar cuenta.
Juan de Aragón.
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