COMENTANDO
La Real Orden de noviembre del año
corriente que elevo sin ton ni son, sin orden ni concierto, abusiva y
desconsideradamente, los derechos arancelarios sobre algunos artículos, están
arruinando a muchos industriales de buena fe, y al mismo tiempo encarece la
vida de modo notorio y excesivo. Partidario decidido de un sistema protector,
lo he fundamentado siempre sobre derechos equitativos y racionales; pero
siempre he combatido la imposición de derechos arancelarios abusivos. Los
repetidos artículo publicados de estas columnas y la intervención de Leopoldo
Romeo en el Congreso lo testimonian. Esa Real Orden tendría disculpa si
afectase solamente a artículos de fabricación española y que no fuesen primeras
materias de otras industrias nacionales; pero no es así. A su debido tiempo lo
demostré, y hoy recibo carta de un amigo mío, dueño de una floreciente
industria española, de confección de sombrero para señoras y niños, en la cual
me da detalles muy interesantes, que merecen ser comentados, para que el público
los conozca y vea como se gobierna en España, encareciendo la vida y
destrozando de paso industrias que podrían dar fruto y por desgracia son
matadas en cuanto florecen.
Se habían establecido en Madrid varias
casas que ya competían con el Extranjero en la confección de sombreros para
señoras y niños. Sus artículos eran baratos y como fabricaban mucho, daban
ocupación a multitud de obreras. Los artículos empleados en la confección de
esos sombreros son casi todos extranjeros, pues, según dicen los fabricantes, o
no se fabrican en España, o son tan deficientes en aprestos y coloridos, que no
pueden ser empleados ni aun para los sombreros de clase más ínfima. La Real
Orden a que tantas veces he aludido hace imposible la vida de esas industrias
madrileñas y de sus similares de las demás provincias españolas, pues al
encarecer los artículos fabricados, se retraen los compradores, y, somo es
natural, disminuye el trabajo y, por lo tanto, el número de obreras empleadas.
Las cifras siguientes darán una idea de la cuantía de los aumentos
Sedería
de 18 pesetas kilo paga 73
Cinterías
de 18 “ “ “ 73
Plumas
de 30 “ “ “ 123
Flores
de
12 “ “ “ 50
Tisús de 10 “ “ “ 43
Modelos
de 7 “ “ 30
Con leer esas cifras, ya basta para comprender que esas industrias tan castizamente madrileñas y que dan trabajo a muchos centenares de operarias están amenazadas de muerte. ¿Cómo vender baratos los sombreros de señora y de niños gastando por la clase media, que no puede pagar los sombreros caros mientras duren esas tarifas arancelarias? Milagros, nadie puede hacerlos
Al mismo tiempo que se arruinaba
esa industria se favorecía de un modo insolito a las industrias de confección
extranjeras, pues lo mismo paga un sombrero de mil francos ya confeccionado que
uno de los modelos baratos traídos por los industriales españoles. ¿Cabe en
cabeza humana absurdo parecido? ¿Cómo va a vivir esas industrias, a la misma
hora en que se cierra la frontera para las primeras materias, se abre de par en
par para los artículos ya confeccionados, encareciendo los artículos que
compran las clases sociales modestas, sin encarecer proporcionalmente los que
compran las clases ricas?
A estos industriales que venden
artículos baratos, no les queda el recurso empleado por las sombrereras elegantes,
que venden a 600 pesetas sombreros adquiridos en Paris a menos de 200, pues sus
parroquianos están acostumbrados a adquirir artículos baratos y en cuanto son
elevados los precios, no compran.
Afecta este asunto a casi todo el
vecindario madrileño, por ser rara la familia que no compra sombreros para
señoras y niños, y como además está amenazada de muerte una industria muy
madrileña, que da de comer a muchas centenares de obreras, confío en que señor
ministro de Hacienda restablecerá la normalidad arancelaria para esos
artículos, medio único de que no perdure la abusiva arbitrariedad, ya que con
ello no se perjudica a ninguna otra industria nacional y los derechos son
notoriamente prohibicionistas.
JUAN DE ARAGON
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