sábado, 22 de febrero de 2025

A127 EL PROBLEMA PERIODISTA

 

La Correspondencia de España, 14 de enero de 1921 (1)

EL PROBLEMA PERIODISTA

Todo el Mundo ha tenido el mismo problema que España y todo el Mundo lo resolvió comercialmente: dando menos cantidad de mercancía y más cara.

El problema planteado a la Prensa no afecta sólo a las empresas. No se trata de que éstas ganen más o menos. Se trata simplemente de que los periódicos, industrias que dan de comer a millares de familias, vivan o no vivan. Por eso es preciso estudiar este problema con serenidad y sin apasionamiento, pensando en los centenares de familias que viven del trabajo periodístico, desde los redactores hasta los vendedores.

En todo momento no he tenido otra preocupación, y cuantos trabajan en esta casa, desde el redactor jefe hasta el mozo de limpieza, saben que siempre les he dicho lo mismo: para que todos puedan vivir es necesario que todos nos sacrifiquemos. Cualquier egoísmo individual puede conducir a la ruina colectiva, y por eso, para defender el pan de todos es preciso no dejarse sugestionar por ningún género de apasionamientos.

La realidad es que costando el papel de un periódico muy cerca de ocho céntimos, no puede ser vendido a seis céntimos efectivos sin ir a la quiebra, y por lo tanto sin que se queden parados cuantos viven de la redacción, administración, confección, cierre, venta y reparto de los periódicos.


Todo el Mundo ha tenido el mismo problema y en todas las naciones «menos en España” ha sido resuelto con idéntica fórmula. Desde los Estados Unidos hasta Portugal, Europa como África, Asia como Oceanía, América del Norte como América del Sur, todos los pueblos del Mundo han solucionado el problema con idéntico procedimiento: han disminuido la cantidad de papel y han aumentado el precio. Los diarios que no han disminuido la cantidad de papel han elevado el precio en mayor proporción. Al mismo tiempo, han elevado sus tarifas de publicidad para reforzar los ingresos, pudiendo por este medio aumentar los sueldos a todo el personal de redacción, administración e imprenta.



Aun cuando tengo reseñado lo que han hecho casi todos los diarios del Mundo, citaré solamente tres tipos: Inglaterra, Francia y Portugal.

Londres ha elevado el precio de los grandes diarios del tipo de «The Daily Telegraph» desde un penique a dos peniques. Han podido no disminuir el papel por tener fábricas de papel, en América y en el Continente y por haber elevado la publicidad.

Paris ha aumentado el precio de los diarios a quince y a veinte céntimos, ha elevado las tarifas de publicidad y ha disminuido la cantidad de papel, reduciéndose a cuatro páginas.

Lisboa ha hecho lo propio y los diarios han subido a cinco centavos, equivalencia de veinticinco céntimos, reduciendo también su tamaño.

Esa ha sido la formula “universal” y las empresas han procurado dentro de lo posible mantener a todo su personal con el objeto de que la disminución de trabajo afectase al menor número posible de redactores, de empleados y de operarios.

En España resolvimos el problema con el anticipo reintegrable, y como cesó día 10 de este mes, vuelve a plantearse el problema con caracteres tan alarmantes que si no es resuelto rápidamente morirán muchos periódicos y quedarán sin trabajo centenares y acaso millares de familias.

Antes de resolver un problema, sea cual fuere, acostumbro a documentarme lo mejor que puedo, y para resolver este problema lo primero que necesitaba era saber qué precio tendría el papel. Consulte con amigos míos de Londres, y con la autoridad que en esos asuntos tienen me aseguraron que el papel subiría de precio después de la guerra. No se equivocaron, y más tarde pude saber que la baja se iniciaría cuando bajase el precio de la madera y del carbón; pero que sería muy lenta y que por lo menos en dos años no lograríamos tener papel en Madrid a menos de cien pesetas. Tampoco se equivocaron, y como yo tengo fe absoluta en esas informaciones, a ellas me atengo, Por lo tanto, yo he hecho siempre los calculo suponiendo que tardaremos bas tante tiempo en tener papel a menos de cien pesetas los cien kilos, y de esa base he partido en mis deducciones.

Planteado en esos términos el problema no tiene más solución que buscar la fórmula para que el papel de un periódico no cueste más de tres céntimos, pues hoy son necesarios tres céntimos y la publicidad para poder hacer frente a los aumentos de sueldos, de salarios y de precio de las primeras materias. El carbón, el gas, el plomo, los demás metales, la tinta, las pastas para rodillos, las mantillas, todo cuanto es primera materia periodística ha subido de precio en cantidad excesiva y si en 1914 era posible editar periódicos con un margen de un céntimo entre el precio del papel y el de venta, hoy son necesarios por lo menos tres.

La cuenta es matemática, pues la proporción de gastos es de uno a tres, debiendo advertir que aun cuando los periódicos son vendidos a siete céntimos, lo son en realidad a seis céntimos por las devoluciones, roturas, franqueo y demás quebrantos de tirada bruta a venta neta.

Calculando un peso medio de 50 gramos, será preciso para que cueste tres céntimos que valgan los 100 kilogramos 60 pesetas, lo que da 30 pesetas para el millar y tres céntimos para el ejemplar.

Queda por lo tanto como dato definitivo para calcular, que el papel no puede valer más que tres céntimos. O lo que es lo mismo, que debe existir un margen de tres céntimos entre el precio del papel y el precio de venta al vendedor. Esto es lo importante.

Por lo tanto, la fórmula consiste en encontrar un procedimiento que permita obtener una diferencia de tres céntimos entre el precio del papel y el de venta.

Tres procedimientos hay:

Primero. Que el Estado abone la diferencia entre sesenta pesetas los cien kilogramos, puesto el papel en imprenta, y el precio corriente.

Segundo. Que los periódicos reduzcan su tamaño para no gastar más que tres céntimos de papel.

Tercero. Que los periódicos aumenten el precio para obtener una diferencia de tres céntimos entre el precio del papel y el precio de la venta al vendedor.

Si hay alguien que conozco otro procedimiento, que lo diga.

El primer procedimiento no me gusta por mil razones, siendo la más poderosa de todas que es sentar un precedente muy peligroso, pues lo mismo que pidiésemos hoy los periódicos, lo pedirían mañana los demás industriales. Los periódicos no son al fin y al cabo otra cosa que unas industrias, y como toda industria, deben resolver sus problemas industrialmente. Además, acabaríamos de perder la escasa fuerza moral que aún nos queda y careceríamos de autoridad para combatir a los industriales que no saben organizar sus industrias para vivir sin protección arancelaria o del Estado. No cabe duda de que el periódico es necesario; pero necesaria es la carne, y el calzado, y el vestido, y la habitación. ¿Se le ocurrió a nadie que el Estado pagase la diferencia de precio? Cierto es que la paga en el trigo para el litoral; pero la tendencia es suprimir todo auxilio y llegar cuanto antes a la industria libre. Repito que no me gusta ese procedimiento; pero si fuese aceptado como mal menor, no lo combatiría y aceptaría la decisión de mis colegas, aunque diciendo siempre que no es solución, sino paliativo antieconómico.

El segundo procedimiento es por el momento también imposible, pues dado el precio del papel costaría cuatro páginas de “El Liberal”, por ejemplo, más de los tres céntimos. Francia ha llegado a las cuatro páginas de ese tamaño; pero con 15 céntimos.

Por lo tanto, no queda más solución industrial y económica que la de aumentar el precio a 15 céntimos, conservando cada cual su actual tamaño, medio único de que quede un margen de tres céntimos en ejemplar. Calculando el papel a 140 pesetas, resultan los 50 gramos a siete céntimos, y vendidos a once, resultarán con mermas y vuelta, a diez. Por lo tanto, quedará el margen de tres céntimos para «poder vivir»; pero sólo para poder vivir, sin ganar ni una sola peseta.

Hay muchos que tienen miedo al periódico pequeño y caro. Con respecto al periódico pequeño diré tan sólo que Paris tiene una vida mil veces más intensa que Madrid, y le sobra con periódicos de cuatro páginas. ¡Claro es que no llena páginas y páginas con anuncios que parecen telones, ni con artículos de Revista, ni con chismes de vecindad, ni con folletines cuádruples, ni con telegramas en los que se informa al lector con todo lujo de detalles, de cuantos sucesillos locales acaecen en toda España, y que sólo interesan en las respectivas localidades!

¿Por qué razón no han de poder hacer los periódicos de España lo que hacen los de todo el Mundo civilizado?

Cada periódico conservará su público. ¿Acaso no lo conservó «El Sol» subiendo a veinte céntimos? ¿Acaso no lo conservó «El Socialista», elevando el precio a diez céntimos

Por lo mismo que el momento es muy difícil, es preciso no perder la serenidad y prescindir de temores y de apasionamientos.

Yo me atrevo a proponer como fórmula que podríamos ensayar durante un trimestre la siguiente:

«A partir del día 15 de Enero todos los diarios españoles aumentarán el precio de su venta y de su suscripción en una tercera parte, vendiéndose los de 10 céntimos a 15 y los de 20 a 30. El diario que infrinja esta disposición será suspendido durante quince días, y si reincidiese será suspendido definitivamente.”

Una vez más ruego a todos mis colegas que se despojen de todo linaje de apasionamientos al estudiar este asunto, sin olvidar un solo momento que no se trata de dar beneficios a las empresas periodísticas, sino de conservar los medios de vida a los millares de familias que viven de las industrias periodísticas. Mi criterio está claramente expuesto; pero lo acomodaré al de la mayoría, si la mayoría piensa de modo distinto.

LEOPOLDO ROMEO

 

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

Imagen Pixabay.com


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