lunes, 3 de febrero de 2025

A105 CRISIS DEL FERROCARRIL

 

 Cada día es más grande el desbarajuste en los servicios ferroviarios por falta de material.

La Correspondencia de España, 24 de junio de 1920 (1)

COMENTANDO


Las locomotoras, los vagones y el material fijo, desde traviesas hasta placas giratorias, tienen un desgaste diario, y como es natural llega un día en que es preciso el cambio. Cuando no es sustituido el material, claro es que disminuye, pues lo inservible no cuenta. Y como las Compañías ferroviarias no sustituyen el material, también es claro que cada día son más escasos los elementos de tracción y de carga, y más deficiente el material fijo.

Con menos locomotoras y vagones y con peor material fijo, es imposible que los servicios sean normales y es lógico que sean anormales. Por lo tanto, es una verdad absoluta el decir que los servicios ferroviarios atraviesan un periodo de anormalidad, siendo grande el desbarajuste.

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Acabo de leer una Revista técnica en la cual se consignan los precios del material ferroviario y veo que las locomotoras han pasado de 150.000 pesetas a 400.000, los vagones de 6.000 a 17.000. las placas giratorias de 4.000 a 20.000, y en esa proporción han aumentado los precios en todos los demás elementos de transporte y de tracción.

En esas condiciones, no es de extrañar que las Compañías no renueven el material, pues a nadie se le pueden exigir imposibles, y como la reparación del material viejo no siempre es fácil, resulta en definitiva que cada día aumenta el número de locomotoras inservibles y de vagones inútiles, siendo milagroso cómo no es aún más grande la congestión de tráfico, pues además de la carestía del material han venido a complicar los problemas otras causas que jamás pudieron ser ni aun siquiera imaginadas. ¿Quién, por ejemplo, iba a imaginar que algún día sería traído trigo de Barcelona a Madrid? ¿En qué cabeza cabía la suposición de que fuesen transportados por tierra carbones de litoral a litoral? Esas anomalías producidas por cien causas diversas, unidas a la falta de locomotoras y de vagones, han producido tales anormalidades en el tráfico, que sin temor a ser tachado de exagerado puedo decir que es imposible hacer cálculos de las fechas en que llegarán las mercancías que son esperadas. Por eso son facturadas casi todas las expediciones en gran velocidad o en doble pequeña, resultando que cuesta mucho más de lo que costaría en pequeña velocidad con tarifas aumentadas.

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Creo que se equivocan lamentablemente quienes sólo quieren ver en el problema ferroviario uno de sus aspectos: el del precio de los transportes. Con ser importante, lo es mucho más el aspecto de la normalidad de los servicios. Y como la normalidad sólo se podrá conseguir con la renovación y con el aumento del material, es matemático que mientras el material no sea renovado y aumentado no volverán a normalizarse los servicios. He escrito, renovado y aumentado, por ser necesario no sólo renovar sino aumentar. El tráfico ha aumentado en proporciones enormes, y solamente el aumento de producción de carbón, de remolacha, de cemento, de trigo y de forrajes, se cifra en muchos millones de toneladas, que, como es natural, necesitan vagones que puedan transportarlas. Solamente en Aragón, región que conozco muy a fondo, ha aumentado el tráfico en los últimos diez años en proporción de 10 a 1, y como el número de vagones no sólo no aumento, sino que disminuyó, son enormes los perjuicios sufridos por los productores, sin beneficio para nadie.

Al paso que vamos, cada vez será más grande el desbarajuste, pues cada día será mayor el número de locomotoras y de vagones inservibles. Y si Dios no lo remedia, antes de un año estarán los ferrocarriles españoles en un estado tal de perturbación, que sólo un milagro podrá volverlos a la normalidad.

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Las Compañías necesitan comprar material, no sólo para reponer el inutilizado, sino para atender al aumento de tráfico producido por el aumento de producción, y para comprar material necesitan dinero. Pero como el dinero sólo se obtiene con crédito, y las Compañías están en situación muy crítica, en las vecindades de la quiebra, será imposible que encuentren dinero sin antes haber consolidado su crédito. Con el sistema del anticipo reintegrable ideado por el Gobierno, no solamente no se consolida el crédito de las Compañías ferroviarias, sino que aun más se quebranta. La razón es muy sencilla y clara. Las Compañías reciben un anticipo para pagar los aumentos de personal; pero como este anticipo es reintegrable, será preciso ponerlo en la cuenta de sus deudas. Páguenlo como lo paguen, siempre resultará que cada año deberán destinar una cantidad al pago de ese anticipo, y por lo tanto esa cantidad pesara siempre sobre los ingresos, impidiendo que las Compañías dediquen a material las cantidades que demandan con ineludible urgencia las necesidades del tráfico, tanto de viajeros cuanto de mercancías.

El anticipo ha servido solamente para empeorar la situación agravando el conflicto, y por no haber tenido el valor de imitar a todo el Mundo elevando las tarifas, se va a quedar España sin ferrocarriles, pues al paso que vamos no habrá locomotoras en buen estado antes de muy poco tiempo y el número de vagones será tan desproporcionado al tonelaje facturado, que tendrán que esperar las mercancías semanas enteras a ser cargadas. Para que los lectores se den exacta cuenta de la escasez de material, solamente citare un caso. Un proveedor de carbón de M. Z. A. debía suministrar 10.000 toneladas en cinco meses. ¿Saben los lectores cuántas ha podido transportar? Pues... ¡¡no han llegado a 1.000! Ese sólo ejemplo dice más que todos cuantos pudiesen ser hechos públicos, pues si la Compañía no puede transportar sus propias mercancías ¿qué sucederá con las de los particulares.

Lo que sucede a ese industrial sucede a todos, y raro es el productor en gran escala que no vea trastornada la vida de su industria, por no saber nunca cuándo podrá vender sus mercancías y, por lo tanto, hacer efectivas sus cuentas.

El Gobierno está estudiando una vez más el problema y será preciso que se decida por una solución definitiva. Y soluciones definitivas no hay más que dos: o la elevación de las tarifas o el rescate de las líneas por el Estado. La una es buena, la otra es mala; pero aun siendo mala la segunda, no lo es tanto como la del anticipo reintegrable. Al menos, acabaríamos de una vez con este sistema de pedir milagros a las Compañías, exigiéndoles que compren material sin dinero y sin crédito para proporcionárselo mediante una operación financiera.

Todo, antes que continuar como hasta ahora, pues el sistema actual sólo puede conducir al desastre, que desastre será, y no pequeño, el perder los actuales ferrocarriles, ocasionando la ruina de España. 

JUAN DE ARAGON

 

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

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