La Correspondencia de España, 24 de junio de 1920 (1)
COMENTANDO
Las locomotoras, los vagones y el
material fijo, desde traviesas hasta placas giratorias, tienen un desgaste
diario, y como es natural llega un día en que es preciso el cambio. Cuando no
es sustituido el material, claro es que disminuye, pues lo inservible no
cuenta. Y como las Compañías ferroviarias no sustituyen el material, también es
claro que cada día son más escasos los elementos de tracción y de carga, y más
deficiente el material fijo.
Con menos locomotoras y vagones y con peor material fijo, es imposible que los servicios sean normales y es lógico que sean anormales. Por lo tanto, es una verdad absoluta el decir que los servicios ferroviarios atraviesan un periodo de anormalidad, siendo grande el desbarajuste.
Acabo de leer una Revista técnica
en la cual se consignan los precios del material ferroviario y veo que las
locomotoras han pasado de 150.000 pesetas a 400.000, los vagones de 6.000 a
17.000. las placas giratorias de 4.000 a 20.000, y en esa proporción han
aumentado los precios en todos los demás elementos de transporte y de tracción.
En esas condiciones, no es de
extrañar que las Compañías no renueven el material, pues a nadie se le pueden
exigir imposibles, y como la reparación del material viejo no siempre es fácil,
resulta en definitiva que cada día aumenta el número de locomotoras inservibles
y de vagones inútiles, siendo milagroso cómo no es aún más grande la congestión
de tráfico, pues además de la carestía del material han venido a complicar los
problemas otras causas que jamás pudieron ser ni aun siquiera imaginadas.
¿Quién, por ejemplo, iba a imaginar que algún día sería traído trigo de
Barcelona a Madrid? ¿En qué cabeza cabía la suposición de que fuesen
transportados por tierra carbones de litoral a litoral? Esas anomalías
producidas por cien causas diversas, unidas a la falta de locomotoras y de
vagones, han producido tales anormalidades en el tráfico, que sin temor a ser
tachado de exagerado puedo decir que es imposible hacer cálculos de las fechas
en que llegarán las mercancías que son esperadas. Por eso son facturadas casi
todas las expediciones en gran velocidad o en doble pequeña, resultando que
cuesta mucho más de lo que costaría en pequeña velocidad con tarifas
aumentadas.
*
Creo que se equivocan
lamentablemente quienes sólo quieren ver en el problema ferroviario uno de sus
aspectos: el del precio de los transportes. Con ser importante, lo es mucho más
el aspecto de la normalidad de los servicios. Y como la normalidad sólo se
podrá conseguir con la renovación y con el aumento del material, es matemático
que mientras el material no sea renovado y aumentado no volverán a normalizarse
los servicios. He escrito, renovado y aumentado, por ser necesario no sólo
renovar sino aumentar. El tráfico ha aumentado en proporciones enormes, y
solamente el aumento de producción de carbón, de remolacha, de cemento, de
trigo y de forrajes, se cifra en muchos millones de toneladas, que, como es
natural, necesitan vagones que puedan transportarlas. Solamente en Aragón,
región que conozco muy a fondo, ha aumentado el tráfico en los últimos diez
años en proporción de 10 a 1, y como el número de vagones no sólo no aumento,
sino que disminuyó, son enormes los perjuicios sufridos por los productores,
sin beneficio para nadie.
Al paso que vamos, cada vez será
más grande el desbarajuste, pues cada día será mayor el número de locomotoras y
de vagones inservibles. Y si Dios no lo remedia, antes de un año estarán los
ferrocarriles españoles en un estado tal de perturbación, que sólo un milagro
podrá volverlos a la normalidad.
*
El anticipo ha servido solamente
para empeorar la situación agravando el conflicto, y por no haber tenido el
valor de imitar a todo el Mundo elevando las tarifas, se va a quedar España sin
ferrocarriles, pues al paso que vamos no habrá locomotoras en buen estado antes
de muy poco tiempo y el número de vagones será tan desproporcionado al tonelaje
facturado, que tendrán que esperar las mercancías semanas enteras a ser
cargadas. Para que los lectores se den exacta cuenta de la escasez de material,
solamente citare un caso. Un proveedor de carbón de M. Z. A. debía suministrar
10.000 toneladas en cinco meses. ¿Saben los lectores cuántas ha podido
transportar? Pues... ¡¡no han llegado a 1.000! Ese sólo ejemplo dice más que
todos cuantos pudiesen ser hechos públicos, pues si la Compañía no puede
transportar sus propias mercancías ¿qué sucederá con las de los particulares.
Lo que sucede a ese industrial
sucede a todos, y raro es el productor en gran escala que no vea trastornada la
vida de su industria, por no saber nunca cuándo podrá vender sus mercancías y,
por lo tanto, hacer efectivas sus cuentas.
El Gobierno está estudiando una
vez más el problema y será preciso que se decida por una solución definitiva. Y
soluciones definitivas no hay más que dos: o la elevación de las tarifas o el
rescate de las líneas por el Estado. La una es buena, la otra es mala; pero aun
siendo mala la segunda, no lo es tanto como la del anticipo reintegrable. Al
menos, acabaríamos de una vez con este sistema de pedir milagros a las
Compañías, exigiéndoles que compren material sin dinero y sin crédito para
proporcionárselo mediante una operación financiera.
Todo, antes que continuar como hasta ahora, pues el sistema actual sólo puede conducir al desastre, que desastre será, y no pequeño, el perder los actuales ferrocarriles, ocasionando la ruina de España.
JUAN DE ARAGON
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