La Correspondencia de España, 4 de agosto de 1920 (1)
COMENTANDO
EL ESPECTÁCULO QUE OFRECE MADRID ES SENCILLAMENTE INTOLERABLE
Todas las personas con quienes
hablo me dicen lo mismo doliéndose amargamente del espectáculo que ofrece
Madrid. A las diez y media de la noche de ayer había durmiendo en las puertas
de las tiendas de La Equitativa cincuenta y siete mendigos y golfos. En el
Banco Hispano Americano, en el Credit
Lyonnais, en el Ministerio de Hacienda y en los abrigos del Congreso de los
Diputados conté hasta ochenta y cinco. No quise seguir la dolorosa visita, pues
con lo reseñado ya basta y sobra para darse cuenta del estado a que ha llegado
Madrid.
*
Es notorio que la Asociación
Matritense de Caridad recauda cantidades enormes del juego y notorio también
que la Junta de Protección a la Infancia recauda también cantidades de
importancia con el impuesto sobre las localidades de los espectáculos públicos.
Con ese dinero debería haber no sólo bastante sino sobrado para impedir que en
las calles de Madrid hubiese un solo pobre, y será preciso reconocer que aun
cuando este muy honorablemente administrado y distribuido, no sirve para nada
práctico, pues el sistema empleado es malo, como lo prueba el número de
mendigos y de vagos cada día mayor. El Sr. García Molinas entrega todos los
meses cantidades de importancia al Alcalde y al Gobernador de Madrid y con
ellas podía haber suficiente para que en Madrid no quedase ni un solo pobre.
Bastaría para ello con recabar el auxilio eficaz de la Dirección General de
Seguridad y con enviar a sus respectivas provincias a los mendigos forasteros,
ordenando a la Guardia Civil y a los alcaldes de los pueblos limítrofes a otras
provincias que impidiesen el regreso.
Los pobres desaparecen como por
encanto en cuanto son perseguidos sin contemplaciones de ningún género y buena
prueba de ello es lo sucedido hace año y medio siendo Gobernador Leopoldo
Romeo, época en la cual era muy raro encontrar un pobre en las calles y no se
veia ni uno solo durmiendo al aire libre. La recogida fue sistemática, y el
pobre que se aventuraba a pedir limosna sabía que sería detenido en el acto y
conducido al Campamento de Yeserías para desde allí ser enviado a su pueblo. El
Director General de Seguridad recibió entonces órdenes terminantes de secundar
la campaña emprendida por el señor Romeo y justo es declarar que tanto el
Cuerpo de Seguridad cuanto la Guardia Civil procedieron con celo y diligencia,
actuando en la ciudad y en las carreteras y estaciones con plausible energía.
*
Leopoldo Romeo vistió a centenares
de mendigos; envió a provincias numerosas expediciones pagando los billetes de
tren; empleó día y noche dos grandes coches para la recogida de golfos y de
mendigos; dio a diario de comer a doscientos vergonzantes un caldo, un par de
huevos, un pedazo de carne asada, un vaso de vino y fruta; sirvió a diario unas
500 raciones en los comedores de ciegos, de madres lactantes, de ancianos y de
obreros sin trabajo. La labor emprendida llevaba camino de consolidarse, pues
sus amigos enviaban al Gobierno carbón, pan, garbanzos, lentejas, judías y
arroz en abundancia para sostener benéfica obra. Todo aquello, paternalmente
instalado sin olvidar un solo detalle, aun cuando con todos los defectos de las
obras humanas en su nacimiento, merecía haber sido sostenido y mejorado; pero
tan pronto como su sucesor se posesionó del cargo, cesó la recogida y fueron
desapareciendo poco a poco los servicios. Las calles de Madrid volvieron a
llenarse de mendigos y quieres enviaban al Gobierno Civil donativos en especie
cesaron en sus envíos.
Quienes digan que la mendicidad y
la vagancia no pueden ser desterradas, no merecen ejercer cargo público que
lleve aparejada autoridad, pues la realidad demostró que es posible, bastando
para conseguirlo con querer. Cuando no se quiere, todo es imposible.
*
Dejando aparte el aspecto de
policía urbana y de saneamiento social, tiene esta cuestión un aspecto
sanitario muy importante. Todos esos mendigos y golfos son portadores de
millares de parásitos y esos parásitos son a su vez propagadores de muchas
dolencias. Quienes duermen en las puertas de las tiendas y en las aceras van
dejando esos animales en los sitios donde duermen para que los recojan las
personas que luego por allí transitan. Por defender la salud pública, ya que no
por otra cosa, debían las autoridades proceder con saludable energía, y si no
saben, o no pueden, o no quieren, deberían dimitir. Acaso quienes le sucediesen
fuesen capaces de hacer lo que ellas no quieren, no pueden o no saben realizar.
El espectáculo no puede ser más
vergonzoso, de día y de noche. Tan vergonzoso es, que anoche mismo en la Granja
del Henar contó un amigo mío, uno tras otro, treinta y cuatro pobres que le
pidieron limosna. Ciegos, cojos, mancos, tullidos, cancerosos, sarnosos y hasta
algún leproso circulaban por entre las mesas soltando su miseria y algunos sus
insultos. Uno de ellos exhibía un brazo y una pierna desnuda, monstruosamente
deformes y ulcerados. Los guardias municipales y los de Seguridad presenciaban
impávidos el acoso y mientras tanto, un racimo de niños dormía en el portal de
la Dirección de Hidrografía.
Si el dinero del juego no sirve
para librar a Madrid de esa plaga, ¿para qué demonios sirve?
Madrid tiene derecho a que esa plaga desaparezca, y si para lograrlo es preciso prescindir de esas autoridades que prescindan de ellas. ¡Hoy, mejor que mañana!
JUAN DE ARAGON
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