La Correspondencia de España, 13
de octubre de 1920 (1)
COMENTANDO
No podrá decir que gobierna quien
no abarate la subsistencia.
Continuamos en el círculo vicioso
en que nos metimos hace años. Aumentan los jornales; pero como las
subsistencias suben de precio, no sirve para nada la elevación de jornales. El
malestar social es producido por la carestía de la vida, y como no desaparecerá
hasta que la carestía no cese, es claro como la luz del día que los gobernantes
deben preocuparse ante todo y sobre todo de ese problema.
*
Cuantos leen mis escritos saben el
concepto que tengo de las subsistencias. Para mí es subsistencia todo cuanto es
imprescindible para vivir, y por lo tanto, tan subsistencia es la habitación,
como el vestido y el alimento. Los gobernantes solo se han preocupado tan
solo de algunos se artículos de comer y beber —de los de vestir y arder nada-,
y a la hora presente es imposible la vida, pudiendo asegurar que la vida ha
encarecido más del doble, pues dos veces más que en 1914 cuestan casi todas las
subsistencias, no siendo raro encontrar muchas que aún encarecieron más.
Las que aparentemente no han
encarecido tanto, como el pan, han encarecido en realidad, pues la falta de
peso y la mala clase del género elevan el precio en proporción que excede del
doble de su precio antiguo.
Todos los problemas de orden social hoy existentes, no son otra cosa que
consecuencias del encarecimiento de subsistencias, y por lo tanto, ésta y no
otra es su causa. Si el encarecimiento es a causa del malestar social y este es
su efecto, claro es que nada se lograra hasta que no haya desaparecido la causa
productora. Por eso digo que no podrá decir gobierna quien no abarate las
subsistencias.
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Digan cuanto quieran decir unos
cuantos aficionados a divagar y otros tantos pesimistas de esos que ven en toda
una revolución latente, todo cuanto sucede no es otra cosa que el malestar
producido en casi todas las clases sociales por no poder vivir a causa de la
elevación cada día mayor de las subsistencias. Pues eso es cierto, cierto será
también que el malestar no cesará hasta que el precio de la subsistencia baje y
la vida se normalice. A eso debe atender el Gobierno con preferencia a todo, y
entonces, y sólo entonces, podrá decir que gobierna. Mientras tanto, no tendrá
derecho a decirlo y el malestar adquirirá proporciones cada día más graves,
pues a medida que las subsistencias suban subirán los jornales y llegaremos a
un momento en el cual se producirá el cierre de casi todas las industrias y con
él el hambre que engendra las revoluciones.
Yo creo que aún es tiempo de
evitarlo, y aun me atrevo a opinar que no es tan difícil el remedio como
algunes creen. ¡Con copiar lo que hacen los gobernantes del Extranjero y
aplicarlo a España sin miedo a nada ni a nadie ya habría bastante!
JUAN DE ARAGON
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