martes, 4 de febrero de 2025

A114 LA ROTULACION DE LOS TERRENOS DEL ESTADO

 

La Correspondencia de España, 12 de octubre de 1920 (1)

COMENTANDO

Haría un gran bien el Gobierno acometiendo el problema de la roturación de los montes del Estado que sean roturables.

Llevo más de veinte años abogando por la roturación de los terrenos que puedan ser roturados. En el periódico he escrito muchos artículos, y en el Congreso de los Diputados presentó mi inseparable compañero Leopoldo Romeo varias Proposiciones de Ley que ni siquiera fueron discutidas. Ahora más que nunca estoy obligado a insistir en el tema, pues si antes hacia esta campaña guiado por los móviles de orden social, debo hacerla ahora inspirándome además en consideraciones de orden político.

Ya he dicho cien veces que el día en que los montes del Estado fuesen parcelados y roturados aumentaría la producción de cereales emancipándonos del Extranjero. Acerca de eso no es necesario insistir, y como digo más arriba, son ahora consideraciones de orden político las que mueven mi pluma.


Se debe vivir con arreglo a las corrientes políticas de cada momento. Hace años, durante todo el Siglo XIX la política giró en torno a ideas de libertad, basada en los derechos individuales. Hoy, desde principios del Siglo XX, la política ha variado de idealismo, y el ideal actual es de orden económico y social. En una sola frase se puede condensar el actual momento: es la lucha de quienes no poseen contra quienes poseen.

Si esto es cierto, y lo es, cierto será también que la única táctica posible es la de aumentar el número de quienes poseen, de quienes son propietarios, disminuyendo el de quienes no poseen. Por eso, en el orden industrial es preciso hacer al obrero accionista, propietario, partícipe en la industria, y en el orden territorial es necesario convertirlo de obrero en patrono, haciéndolo propietario de la tierra que cultiva o por lo menos arrendatario a largo plazo.

Ahora ya no se dividen los hombres en republicanos y monárquicos, en alfonsinos y carlistas, en liberales y conservadores, en socialistas e individualistas: se dividen únicamente en propietarios y asalariados, en patronos y obreros. Por eso, vemos unidos en la lucha social a patrones republicanos y monárquicos de un lado, y a obreros individualistas, socialistas y sindicalistas de otro. Mírese por donde se mire, esa es la realidad y, no otra.


He observado que en los pueblos donde la propiedad está muy parcelada y por lo tanto hay muchos propietarios no ha logrado penetrar el sindicalismo comunista. Y he observado también que junto a esos, pueblos, en otros donde hay mucho jornalero y poco propietario, el sindicalismo comunista se adueñó de ellos. Esto, por estar a la vista, puede verlo quien quiera tomarse el trabajo de observarlo. De ello se deduce que la medicina contra el sindicalismo comunista es el título de propiedad. Por lo tanto, todo gobernante que quiera combatir al sindicalismo comunista deberá sembrar de títulos de propiedad el territorio nacional, único medio de aumentar el número de propietarios. Y para conseguirlo no hay más que un sistema: la parcelación de tierras y su reparto entre los proletarios, mediante un sistema bien estudiado que les permita ponerlas en cultivo.

En varios artículos demostré anteriormente que una parcelación sistemática, con un plan financiero bien calculado, permitiría resolver el problema casi en su totalidad; pero mis palabras cayeron en el vacío.

Una vez más indico el remedio y opino que debe empezarse por los montes del Estado que sean susceptibles de roturación. Hay millares de hectáreas improductivas y ya taladas. Pretender repoblarlas forestalmente es una utopía, pues cien veces que se intente la repoblación, cien veces se fracasará. Con el reparto no perdería nada el Tesoro, y por el contrario ganaría mucho, pues solamente con el aumento de riqueza y con la pacificación espiritual encontraría compensación proporcionada al sacrificio realizado.

Aún estamos a tiempo de evitar que el reparto de tierras sea realizado en forma violenta e ilegal. Bastará para evitarlo con efectuar los repartos legalmente, al amparo de las disposiciones que sean dictadas por el Gobierno. Sólo con eso, se habrá acabado con el comunismo rural, y en cuanto los proletarios sean propietarios se realizará el milagro de convertir en gubernamentales grandes núcleos que hoy son comunistas, obteniendo con un simple Real Decreto lo que no se obtendría con muchos tercios de Guardia Civil: la paz en los campos, paz que es mil veces más necesaria aún que en las ciudades.

La realidad debe ser el fundamento sobre que descanse todo sistema de gobernar, y la realidad española es la que digo y no otra. Por eso vuelvo a insistir en la necesidad urgente e imperiosa de aumentar en cuanto sea posible el número de propietarios, parcelando los montes del Estado que sean susceptibles de roturación, y repartiéndolos entre los proletarios de sus respectivos términos municipales. Para eso no hace falta otra cosa que un poco de buena voluntad y unos cuantos días de estudio. Si el Sr. Dato acometiese el estudio de este problema y lo resolviese, habría hecho un gran bien a España, a la Monarquía y al Orden Público. El Sr. Dato, tiene la palabra.

JUAN DE ARAGON

 

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

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