lunes, 3 de febrero de 2025

A113 SI PARA ESO NO SIRVEN , PARA QUE DEMONIO CONTINUAN OCUPANDO CARGOS

 

 

La Correspondencia de España, 5 de octubre de 1920 (1)

COMENTANDO

Los gobernantes y las autoridades nombradas por ellos continúan dejando que los ciudadanos anden armados hasta los dientes y que cada dia se registre un nuevo combate social.

 

Las colisiones de carácter social no son ya agresiones de carácter individual, sino combates en regla. En Bilbao, por ejemplo, se cruzaron centenares de disparos, y el fuego era graneado. Cada uno de los aliados a los dos distintos bandos iba provisto de su correspondiente pistola, y el tiroteo imágenes tan continuado y tan nutrido que según todos los informes debieron ser disparados centenares de cartuchos.

No soy sectario, y mis campañas no tienen más finalidad que defender la vida humana, lo mismo de los blancos que de los negros, pues para mí, todos cuantos caen bajo el plomo de sus adversarios no son otra cosa que semejantes. Pienso en sus pasiones y las condeno; pero pienso también en sus familias víctimas inocentes de su insensatez y en la desolación en que quedan los hogares de los muertos y de los matadores. Por eso desde hace años vengo sosteniendo esta campaña incesante en pro de la recogida de armas y del castigo severo de quienes las lleven indebidamente y de cuantos de ellas hagan uso ilegal, aun cuando no produzcan muerte ni lesiones. He sostenido la teoría de que el noventa por ciento de los crímenes, sociales y no sociales, no se cometerían si nadie llevase armas, y digo además que a la larga todos agradecerían la recogida de armas, lo mismo los blancos que los negros, pues si a unos les libraría de la muerte, a los otros les evitaría ir a presidio.

Todas las medidas que tienden a proteger la vida humana, producen al principio protestas; pero poco a poco van convenciéndose todos de que su finalidad favorece a todos por igual y a ellas se allanan fácilmente. Para ello no hace falta más que el convencimiento de que las autoridades serán inflexibles y de que la penalidad será aplicada sin contemplaciones de ningún género.

Las armas sólo deben ser llevadas por los encargados de hacer efectivo el derecho mediante la coacción legal y por las personas provistas de un permiso legal.

Vuelvo a mi teoría de siempre: de nada sirven las leyes si las autoridades no saben hacerlas cumplir. No son las leyes quienes realizan los milagros, sino los hombres que las hacen cumplir. ¿De qué sirven las leyes si no hay hombres encargados de hacerlas cumplir? Pondré un ejemplo bien convincente. Hay un Real decreto que ordena la vacunación forzosa. La viruela mata más aún que las armas y la vacunación salva la vida humana. Un hombre hizo que se vacunasen los habitantes de la provincia de Madrid, y con solo eso, fueron salvadas más de mil vidas. En cambio, otros cuarenta y siete gobernadores no quisieron cumplir el Real Decreto y continúa muriéndose gente en esas provincias. Mientras Leopoldo Romeo hizo cumplir la ley, fueron millares las personas que renegaron de las molestias que les producía el esperar horas y horas en «las colas»; pero al ver el sorprendente efecto de sus disposiciones y que la mortalidad descendía de doscientos a cero, comenzaron a bendecirle.

También matan como la viruela las armas, y también hay una vacuna contra las muertes violentas producidas por armas de usa ilegal: esa vacuna es la recogida de las armas, pues sin arma, no se mata fácilmente. Y no se diga que no hay leyes para aplicar esa vacuna de la recogida, pues la hay. Lo mismo que existía el Real Decreto regulando la vacunación, existe otra soberana disposición regulando el uso de armas. Y si el primero no se aplica por ser casi todos los gobernadores unos apáticos cumplidores de sus deberes, no se aplica la segunda por no darles la gana al Director General de Seguridad ni a los gobernadores de las provincias. Yo afirmo, que del mismo modo que fue desterrada la viruela de Madrid, pudo ser desterrada de toda España, y que lo mismo puede hacerse con las armas de uso prohibido, no dejando ni una sola en poder de quienes no estén autorizados a usarlas.

*

Es cierto que todas esas campañas de saneamiento social producen al principio protestas, en ocasiones violentas; pero no es menos cierto que al poco tiempo, al convencerse las gentes de que son beneficiosas para todos, se produce la reacción favorable. Al principio son tomadas a broma; pero en cuanto la gran masa social advierte sus ventajas y se convence además de que le será muy difícil eludir el cumplimiento de lo mandado, acude a cumplirlo, formando muchedumbre. Es decir, que primero se produce la protesta y luego se cumple voluntariamente lo mandado. Pondré un ejemplo. En Madrid fueron vacunadas a la fuerza varias familias de gitanos transhumantes que había acampadas en las proximidades del Manzanares. Hubo gitano al cual fue preciso cazar por medio de la Guardia Civil y gitana que mordia y arañaba. Calculo que serían vacunados por ese procedimiento unos ciento cincuenta. Un buen día se presentaron en casa unos gitanos y en uno de ellos reconocí a uno de los que habían sido vacunados a la fuerza, entre parejas de la Guardia Civil y blasfemias y amenazas. Creí que venía a darme un susto, y con gran sorpresa mía me dijo lo siguiente: «Venimos a dar usted las gracias por habernos vacunado y a traerle estas dos libras de tabaco de contrabando. No sabe usted lo que le bendecimos. En la familia de otros gitanos, hermanos nuestros, que no se vacunaron, cayeron con la viruela cinco chiquillos y se murieron dos. Ya no le tenemos miedo a la vacuna y a todos les decimos que se vacunen.»

Pues así es siempre la vida. A quien hace bien, tarde o temprano se le reconoce su buena intención, y tarde o temprano también se convencen las gentes de que deben hacer voluntariamente lo mandado, por ser beneficioso. Las armas matan, como mata la viruela. Y contra el uso de armas hay la vacuna del castigo por su porteamiento y por su uso indebido. ¿Por qué, pues, no aplicarle?

No nos cansemos en disfrazar la verdad y digamos que del 90 por 100 de las colisiones, sociales y no sociales, son los únicos responsables quienes tienen el deber de hacer cumplir las leyes y no saben conseguirlo.

¿Si para eso no sirven, para qué demonios continúan ocupando los altos cargos con que fueron agraciados?



JUAN DE ARAGON

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

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