….Y mientras tanto el tifus continua llenando de enfermos los hospitales y de muertos los cementerios
La Correspondencia de Madrid, 7 de
abril de 1920 (1)
COMENTANDO
A diario leo declaraciones de las
autoridades madrileñas y en ellas se consignan excelentes propósitos; pero de
propósitos no pasan y Madrid continúa siendo cada día más villorrio en cuanto
se refiere a higiene pública. Ahora, está sufriendo una epidemia de tifus y
mientras las autoridades pregonan sus optimismos continúa la dolencia llenando
de enfermos los hospitales y de muertos los cementerios, como si se complaciese
en dar rotundo mentís a los optimismos oficiales.
***
Repugna andar por las calles. Los
mendigos y hampones de toda España, perseguidos en provincias por autoridades
celosas, se han ido congregando en Madrid, en donde saben que no existen
autoridades, y acosan a los transeúntes en legión, pidiendo limosna en
ocasiones con amenazas, sobre todo a las señoras que van sin la compañía de un
hombre. Las cercanías de los grandes hoteles están invadidas por centenares de
mendigos, de vagos y de hampones de la más ruin catadura, que llenos de miseria
van sembrando sus parásitos por dondequiera que van. Los agentes de la
autoridad presencian impávidos el acoso del transeúnte como si no existiesen
leyes que prohibiesen la mendicidad, y las autoridades superiores ni siquiera
se toman la molestia de dar órdenes y de hacer que se cumplan. Las fuentes
públicas son abrevadero humano en donde toda enfermedad contagiosa se pone en
contacto con sus chorros, las calles son dormitorio, comedor y W. C. de esa
legión de pordioseros inmundos, y no es raro ver a los llamados «soguillas»
vestidos con harapos transportar sobre sus espaldas fardos de verduras que
luego son comidas crudas por el vecindario. Toda suciedad y toda miseria
parasitaria van unidas a las demás molestias de la mendicidad profesional, y
Madrid, convertido en refugio de la pobretería de toda España, pregona la
ausencia de sus autoridades, con protesta unánime del vecindario.
***
No tiene disculpa el alcalde; pero
aún la tiene menos el director general de Seguridad. Y la tiene menos por
existir una Ley de Protección a la Infancia que obliga a detener en el acto a
quienes explotan a los niños mendigando. Es él y no otro el jefe de los agentes
de la autoridad, y por serlo, culpa suya, y de nadie más es que esa Ley quede
incumplida y las calles de Madrid estén convertidas en Campamento de Mendigos,
que piden limosna y molestan al vecindario sin que nadie les impida ser los
dueños y señores de las vías públicas. Ni siquiera tiene la disculpa de decir
que los agentes están empleados en servicios de orden público, pues jamás fue
mayor la tranquilidad de que disfruta Madrid. La Guardia Civil ya no vigila las
carreteras para impedir el acceso a Madrid de los vagabundos; los guardias de
Seguridad ya no persiguen a los mendigos, y los servicios de la Dirección
General de Seguridad brillan por su ausencia en ese y en otros órdenes de la
vida social, como si la misión de los jefes fuese pasarse la vida en los
teatros haciendo los cadetes y la de los agentes dar la vuelta a la manzana.
Un río de oro ha sido canalizado
para con él limpiar de pobres Madrid; pero por desgracia es mayor cada día el
número de mendigos, demostrando que ni aun con ese rio decoro es capaz la
Dirección General de Seguridad de librar a Madrid de esa plaga, cumpliendo por
lo menos con lo mandado en la Ley de Protección a la Infancia.
***
Todo es miseria, todo es suciedad,
y no es raro que esa miseria y esa suciedad contaminen verduras, carnes,
ambiente, agua, cuanto esté al alcance de su contacto. Lo raro, es cómo no se
han producido casos de tifus exantemático y se han difundido, pues los mendigos
están llenos de parásitos peligrosísimos que a su paso por las calles van
sembrando, cuando no los dejan en las ropas de aquellos a quienes, se aproximan
pidiendo limosna.
Por lo que al tifus abdominal se
refiere no es extraño que continúe en aumento, pues aún no ha sido, tomada ni
una sola disposición para atajarlo. En los mercados se sigue mojando las
verduras con aguas infectas, y el señor alcalde, aún no ha tenido tiempo de
decretar ninguna disposición para dar señales de vida demostrando que por lo
menos está dispuesto a hacer honor a su título: de Limpias, ¿qué menos que
limpieza hemos de esperar? Ahora, como hace meses, se toma a broma la epidemia
aun cuando digan los doctores que hay muchos casos y sepan las autoridades que
es exacto. Todo les tiene sin cuidado y el vecindario puede continuar
muriéndose, seguro de que no se perturbará la digestión de los encargados de
velar por su salud y la higiene privada y pública de la ciudad.
¡A cualquier cosa se llama
autoridad en estos tiempos!
JUAN DE ARAGON
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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