lunes, 3 de febrero de 2025

A097 EPIDEMIA TIFICA

 


Es una vergüenza que las autoridades no atajen el curso de la epidemia tífica

La Correspondencia de España, 31 de marzo de 1920 (1)

COMENTANDO

Perdonen los lectores que argumente con eL ejemplo de Leopoldo Romeo; pero necesito recurrir a su labor como gobernador de Madrid para demostrar la posibilidad de acabar con el tifus que cada año produce en Madrid la muerte de centenares de personas.

Morían en Madrid centenares de personas por viruela y un día se decidió a acabar con esa vergüenza. No necesitó para ello más que una cosa: voluntad. Durante tres meses se decidió a vacunar, a tiros si fuese preciso, y se vacunó todo Madrid. ¿Por qué triunfó? Pues sencillamente por conocer el modo de ser de los españoles. Cuando se convencen de que un mandato es justo y beneficioso, lo cumplen voluntariamente casi todos, y esa masa de ciudadanos ayuda a la autoridad para imponerse, por el terror si es necesario, a los desobedientes, a los ineducados, a los rebeldes.


En tres meses, sólo con escasas molestias y con un gasto de ¡¡¡ siete mil pesetas ¡!!, quedó vacunada toda la provincia de Madrid y desterrada la viruela.

Convencido de que era fácil, con solo voluntad, hacer mucho bien al vecindario, se propuso acabar con el tifus y emprendió la obra preliminar de extirpar de raíz la mendicidad profesional, trámite precio para acometer con éxito la campaña contra el tifus. El plan estaba rigurosamente para darle cima, no era necesario para realizarlo otra cosa que voluntad y muy poco dinero.

Había en Gobernación un crédito para «Enfermedades evitables» y de ese crédito solicitó fuese dedicado lo necesario para adquirir vacuna antitífica. El Mundo entero la había utilizado con éxito y sin riesgo en todos sus ejércitos. El plan era bien sencillo. Una vez declarada la epidemia, hacer uso de las facultades dictatoriales que concede la Ley Provincial y ordenar la vacunación obligatoria a su costa. Los pobres, gratis. En cuanto el vecindario se hubiese convencido de que con unas pesetas y pequeña molestia evitaba una enfermedad larga, cruel y costosa, habría hecho lo que con la viruela: decidirse a vacunarse. Y con escaso gasto, como sucedió con la viruela, Madrid habría quedado inmunizado por un período por lo menos de dos años, período que podía haber sido dedicado al saneamiento de las aguas que abastecen Madrid.

Era esa la labor definitiva, de consolidación. Primer período, extirpación de la mendicidad profesional y de la vagancia característica de Madrid. Segundo periodo ,vacunación, para tener un plazo de inmunidad relativa. Tercer período, saneamiento, para obtener la inmunidad absoluta.

Cuando dejo de ser gobernador mi inseparable compañero, estaba ya estudiando lo referente a la vacunación, de acuerdo con el alcalde de Madrid. Había hecho un estudio relacionado con la elaboración de vacunas antitíficas y el plan estaba ya tan adelantado que de haber continuado unas semanas desempeñando el cargo, habría comenzado a ser ejecutado sin demora. Pero surgió el cambio de Gobierno, y aun cuando el Sr. Goicoechea le invitó repetidamente a que continuase en el Gobierno de la Provincia, no le pareció decoroso hacerlo.

No crean los madrileños que el pian era caro, ni aun en lo referente a mendicidad. Calculaba Leopoldo Romeo que en tres meses podían ser enviados a sus respectivas provincias unos 6.000 mendigos y vagos profesionales. Una vez extirpado lo anormal, habría quedado reducido el problema a unas 100 estancias diarias y a unas 300 expulsiones mensuales. Las 100 estancias habrían costado entre comida y aseo unas 6.000 pesetas mensuales. Los 300 viajes, otras 6.000 pesetas. Y Madrid habría quedado sin un solo mendigo, pues los ciegos estaban ya en camino de ver resuelto su porvenir con el establecimiento de permisos especiales, en sitios fijos, para ganarse la vida vendiendo décimos de lotería, periódicos, cerillas, etc. etcétera, sin molestar al transeúnte. Además, de acuerdo con los ciegos ilustrados, se estaban ya organizando escuelas para enseñarles a fabricar cestas, toquillas, medias, etcétera, etcétera, redimiéndoles de la mendicidad.

Pero ni la vacuna ni la extirpación de la mendicidad profesional bastaban. Era preciso acometer el problema del agua. Para ello no había más que dos soluciones: establecer una guardería eficaz a lo largo de los canales, llevando antes a la cárcel, a unos cuantos alcaldes y a otros cuantos vecinos para que aprendan a mirar los canales como cosa sagrada, y obligar a las Empresas a filtrar el agua, sin contemplaciones de ningún género. Como complemento, su esterilización química.

Eso requiere tiempo; y como calculaba por lo menos en dos años el efecto inmunizador de la vacuna antitífica, creía que habría bastante con dos años para sanear todas las conducciones de agua, tanto las descubiertas cuanto las cubiertas. El Canal de Isabel II estaba en muy buena disposición, y confiaba Leopoldo Romeo encontrar en su entrañable amigo el marques de Santillana las mismas facilidades. El Alcalde le había prometido coadyuvar a la campaña haciendo en los antiguos viajes cuanto fuese necesario, y no cabía duda de que el tifus abdominal habría sido desterrado, como lo había sido la viruela.

Por desgracia, todo eso ha sido un proyecto; pero yo no me explico qué razones han impedido continuar aquella obra. Los hechos han demostrado con la viruela que sólo imágenes necesario voluntad para acabar con ella. ¿No hay medio de que alguien tenga voluntad para acabar con el tifus? Está produciendo cada año centenares de víctimas, y ya es hora de que alguien le salga al paso, demostrando que se tienen energías para ejercer la autoridad en beneficio del vecindario.

¡Querer es poder! ¿Hay quien quiera?

 Perdonen los lectores que haya tomado el nombre de Leopoldo Romeo para argumentar; pero era necesario. Sólo invocando lo sucedido con la viruela, podía quedar demostrado que era fácil hacer lo mismo con el tifus.

JUAN DE ARAGON

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

 

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