La Correspondencia de España, 23
de febrero de 1920 (1)
COMENTANDO
No son culpables de la carestía
los productores que cultivan la tierra, sino los intermediarios.
Es cierto que han encarecido mucho
los productos de la tierra, por costar mucho más los jornales, los abonos, los
acarreos y cuanto es necesario para el cultivo desde los aperos de labranza
hasta la maquinaria; pero es cierto también que ese encarecimiento no es
proporcionado al que en definitiva paga el consumidor. Desde que el labrador
vende su cosecha hasta que el consumidor la va adquiriendo al por menor, pasa
por otras manos, y en ellas se va produciendo poco a poco el encarecimiento.
Tengo a la vista cartas escritas por agricultores de diversas regiones
españolas, trigueros unos, arroceros otros, olivareros algunos, cosecheros de
legumbres los más, y en todas ellas se dice lo mismo: que los precios de las
tiendas no están en relación con los de los lugares de producción.
Sólo he podido comprobar esos datos en las comarcas que conozco bien, como Aragón, y por lo que se refiere a ella, son exactos, y tienen los agricultores razón sobrada. No son ellos, sino los intermediarios, quienes encarecen la vida.
Yo creo que el procedimiento para
abaratar la vida, sin perjuicio para el productor, seria sencillísimo. Lo he
expuesto multitud de veces, y una vez más lo hare confiado en que el señor
ministro de Abastecimientos lo estudiará. Se reduce pura simplemente a que sea
el Tesoro, sin intermediarios, quien utilice la exportación, para obtener un
doble beneficio directo: el de la exportación y el de la importación por
intercambio.
Imágenes ejemplo dirá más que
muchas columnas de prosa. Supongamos que del arroz exportado vayan diez mil
toneladas a Inglaterra. Son 100.000 sacos. Como ese arroz es enviado por
negociantes, lo venden lo más caro que pueden, y por lo tanto, Inglaterra no
agradece nada a España, ya que no hace otra cosa que vendérselo lo más caro que
puede. El agricultor tampoco gana nada, pues el negociante se lo paga lo más
barato posible, y el consumidor pierde, pues se eleva el precio de la mercancía
al revender caro el acaparador.
¿ Qué sucedería si el Gobierno
español diese directamente al Gobierno inglés esos 100.000 sacos? Pues
sucedería todo lo que voy a decir. Quedaría suprimido todo intermediario; el
Tesoro español obtendría un margen de benefició modesto en unidad, pero grande
por la suma de unidades; el precio interior quedaría. Regulado; el agricultor
vendería a un tipo; Inglaterra tendría arroz barato y España podría pedir a su
vez a Inglaterra una equivalencia, en abonos por ejemplo, también directamente,
de Gobierno a Gobierno, para venderlos directamente a los agricultores, sin
enriquecer a intermediarios.
Creo que es claro como la luz del
día, factible, honrado, sencillísimo. Consiste pura y simplemente en suprimir
todo intermediario inútil entre productor y consumidor, para lograr una doble
ventaja: la del beneficio para el Tesoro con la exportación y la importación,
sin daño para nadie, como no sea para el intermediario.
Voy a traducir en cifras ese caso
concreto. Suponiendo que pagase el Gobierno a setenta pesetas saco, valdría la
mercancía 7.000.000 de pesetas. Calculando que realizase un beneficio neto de
10 pesetas, ganaría 1.000.000 de pesetas. Pero como obtendría abonos por valor
de 7.000.000 a título de intercambio y los vendería sin beneficio, a precio de
coste, irían a poder de los agricultores las pesetas en saco que hoy ganan los
intermediarios. ¡Más claro, agua!.
No comprendo cómo no es ensayado
ese sistema. Si se tiene miedo a lanzarse a la aventura, se podría ensayar con
una partida de cualquier producto. Nos hacen falta azufre, fosfatos, nitratos,
aceros especiales, grasas y aceites lubrificantes, carbón Cadiff. ¿Por qué no
ensaya el señor Terán este sistema? Hágalo y se convencerá de que no hay otro.
Yo tengo la certeza de que antes de tres meses habrían cambiado radicalmente
los términos en que está planteado el problema de las subsistencias,
abaratándose mucho la vida.
Bastara para ello con decir que,
según cálculos hechos por persona muy perita, quedan cada año en manos de los
intermediarios unos 700 millones de pesetas, sin contar los que ganan con el
sobreprecio de los productos importados, que deberían ser monopolio del Tesoro.
Así, por ejemplo, las grasas, los lubrificantes, el petróleo, la gasolina y los
abonos. ¡Sólo con eso bastaría para aumentar en muchos millones el Presupuesto
de ingresos, con beneficio enorme para la Agricultura española, que podría
economizar más del…! ¡¡¡ treinta por ciento!!!
Todo esa se organiza en un mes. Ni
un día más.
Se habla del contrabando. Esa es
la causa más importante de la carestía; pero el contrabando se cortaría de raíz
en horas. El contrabando o se realiza sacando 100 al amparo de órdenes para 10,
o se efectúa disfrazando la mercancía. En vez. De vino por ejemplo, trigo.
Bastaría con decretar que la
mercancía integra sería de quien descubriese y denunciase el contrabando; pero
con un procedimiento sumarísimo que permitiese venderla a las cuarenta y ocho
horas y entregar el importe a las setenta y dos.
¿Cree el Sr. Terán que habría
posibilidad de contrabandear? El carretero, el cargador, el estibador, el
marinero, el sobrecargo, el capitán ¿iban a ser tan imbéciles que cargasen
1.000 sacos en vez de 100 o trigo en vez de vino? Si no denunciaba uno el fraude,
lo denunciaría otro, y antes de una semana no saldría ni un saco mal pesado o
fraudulentamente envasado, pues nadie se expondría a perder la mercancía y a
pagar encima la multa, yendo además a la cárcel.
Con lo apuntado y con organizar un
sistema de transportes rápidos para que cada vagón circule por lo menos diez
veces al mes -medio día de carga, otro de viaje, medio de descarga y otro de
retorno-, quedaría resuelto antes de un trimestre el problema del abaratamiento
de la vida, no en términos absolutos, pero sí relativos.
Esta
y no otra es la cuestión que interesa a España entera. Las demás... ¡le tienen
sin cuidado!
JUAN DE ARAGON
***
En el extranjero ya se están ocupando del carbón para el próximo invierno.
La Correspondencia de España, 30
de marzo de 1920 (1)
COMENTANDO
Los diarios llegados hoy del extranjero se ocupan extensamente del problema del carbón. Inglaterra, Francia, Bélgica e Italia dedican concienzudo estudio a ese gravísimo problema, y el Municipio de París ha consagrado gran parte de su última sesión - ¡estamos en marzo! -al aprovisionamiento de carbón para el invierno. M. Rovaglia, inicio el debate, y el director de los aprovisionamientos y de los transportes, M, Marzlof, declaró que el Consejo Municipal se está ocupando de preparar la provisión necesaria para el invierno de 1921, con objeto de que no falte carbón y sea lo más barato posible.
Al mismo tiempo que esto sucedía
en el Consejo Municipal de Paris, estudiaba el Gobierno el problema en su
aspecto nacional y tomaba acuerdos relacionados con la producción, con el
transporte y con el precio.
Aquí, en cambio, ¿quién se ocupa
de las cosas?
He creído y sigo creyendo que el
problema del carbón es uno de los más graves, y al mismo tiempo el de más fácil
y rápida solución. Bastaría para resolverlo con estudiarlo en términos
comerciales, dejando a un lado doctrinarismos y apasionamientos políticos. Ese
problema no es más que de producción, de consumo, de transporte y de precio. En
lo referente al consumo nacional bastará con atender a que no falte carbón y a
que se abarate. Por lo tanto, quien logre asegurar un aumento de producción con
una disminución de precio será quien resuelva el problema.
El extranjero nos da la pauta
diciéndonos que ese problema hay que estudiarlo Con tiempo, no cuando la crisis
se presenta, sino en los momentos de respiro. Por eso ellos lo estudian ahora,
en la primavera, cuando el consumo disminuye. Previsores, miran ya al invierno
próximo, y temiendo nuevas alzas, imprevistas complicaciones, fuerzan la
producción y compran en firme para que el invierno no les coja desprevenidos.
Aquí, nadie se alarma por el alza
del carbón, y gentes que ponen el grito en el cielo por la subida del pan en
unos céntimos, subida que representa unas pesetas al mes, continúan pagando sin
protesta la tonelada de cok de la Fábrica del Gas 166 pesetas, sin comprender
que eso es absurdo.
Las minas están abarrotadas de
carbones menudos, que no consume España. Como Asturias y León producen más de
un 60 por 100 de menudos y no los pueden vender, resulta que tienen que cargar
los gastos generales sobre los cribados, las galletas y las granzas, elevando
forzosamente el precio. Muchas minas han cesado su explotación, y la
fabricación de briquetas no resuelve el problema, por ser la producción
superior al consumo. De ahí que el precio se eleve mucho, sin beneficio real
para los mineros, aun cuando quienes no estudian estos asuntos a fondo crean lo
contrario. Es tan fácil demostrarlo, que bastará un ejemplo. Una mina que
produzca 6.000 toneladas mensuales, produce unas 3.600 de menudos y 2.400 de
clasificados. Suponed que los gastos de extracción sean de 40 pesetas. Sumarán
los gastos 240.000 pesetas. Si vende las 6.000 toneladas y gana en cada una 10
peseta, resultará el carbón a 50 pesetas, y habrá ganado 60.000. Pero si no
vende más que las 2.400 de clasificados, necesitará venderlas a 240.000 dividido
por 2.400, más el beneficio, o sea a 110. Vendiendo a 110 pesetas ganará
solamente 24.000 pesetas. Vendiendo a 50 habrá ganado 60.000. ¿Está claro?
He tomado el tipo de 60 por 100 de
menudos y el de 40 pesetas de gastos para argumentar. El argumento será el
mismo con otros tipos más altos o más bajos. Es decir que las matemáticas
demuestran, y jamás mienten, que para tener el carbón barato lo primero que es
necesario es dar facilidades al minero para producir mucho y para poder vender
toda su producción. Quien diga lo contrario no sabe una palabra de estos
asuntos.
En estos términos planteado el
problema, no hay más que dos soluciones: o quemar los menudos en España, o
exportarlos. Y como para quemar los menudos en España hace falta cambiar el
parrillaje de todos los hogares y acostumbrar a las industrias, tarea más fácil
para dicha que para hecha, es claro y matemático que no al buen tun tun, sin
criterio fijo, sino condicionándola de modo tal que no pueda ser exportada una
sola tonelada sin estar garantizado el consumo nacional y abaratado el precio.
Con eso y con una racional organización de transportes y de «stocks»
provinciales o regionales quedaría resuelto el problema en muy pocos días.
El extranjero nos da la lección.
¿Vamos a esperar al final del otoño, o al principio del invierno? Me temo que
sí. Y aún temo también que no falten quienes digan: «¡Al demonio se le ocurre
hablar de carbón cara al verano!»
JUAN DE ARAGON
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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