lunes, 3 de febrero de 2025

A088 CUMPLIR LA LEY

 

La Correspondencia de España, 22 de enero de 1920 (1)

Los reglamentos son para uso y cumplimiento

 

COMENTANDO

Cuando las autoridades saben reglamentar el uso, es raro que se produzca el abuso.

La mayor parte de cuanto sucede en España, no es otra cosa que la consecuencia de no haber sabido, podido o querido hacer cumplir las leyes que reglamentan el uso de lo humano, de todo lo humano, tanto de la acción cuanto de la omisión. Y digo esto, por estar también prevista y, reglamentada la omisión, y en ocasiones hasta penada, como por ejemplo, en los casos de denegación de auxilio. El abuso no es otra cosa que el uso sin ley ni freno. Y tanto se abusó del uso en la acción cuanto en la omisión. Abusa del uso de armas quien las portea indebidamente; abusa de la omisión quien no recoge las armas ilegalmente porteadas. Abusa de la libertad de imprenta quien la convierte en arma difamatoria o subversiva; abusa de la omisión quien no aplica la ley. Y así en todo. Abuso por acción y por omisión, es lo cierto que España se había dividido en dos grandes grupos: uno que hacía cuanto le daba la gana y sigue haciéndolo, y otro que deja hacer, callada, mansa y resignadamente como si sus funciones no consistiesen en la acción, sino en la omisión.


Cuantos viven dándose cuenta de la realidad pueden ver la verdad de lo afirmado por mi, pues desde los majos rondeños que se adueñan de la calle al frente de una recua, arma en cinto, blasfemia en boca, látigo en mano, y reto en la actitud, hasta los chiquillos que campan por sus respetos subidos a las traseras de los vehículos, todo está igual. Un abuso de acción por quienes agravian, y un abuso de inacción por quienes ejercen funciones de autoridad para no tolerar el agravio.

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Esa es la causa de todos los males deploramos: la falta de autoridad. Hay muchos que no conceden importancia a lo pequeño. Yo sé la concedo aún mayor que a lo grande. Una aplicación sistemática del principio de autoridad en las cosas al parecer chicas, lo robustece en las gran- des. Cuando el ciudadano ve la acción continua, persistente, celosa, inflexible de las autoridades en lo trivial, adivina que serán inexorables en lo grande. Además, casi todo lo trágico de la vida comienza en broma, en algo trivial. Pondré un ejemplo bien gráfico. El carretero va por donde le da la gana; su boca es una blasfemia o un insulto. Cuando corta el camino y lo obstruye, surge la disputa, tras la disputa el agravio soez, tras el agravio la puñalada. ¿Acaso no se habría evitado, suprimiendo las causas productoras? Si el blasfemo y soez fuese a la cárcel, hablaría bien. Y si cada cual llevase su mano, no habría ocasión de disputas. El ejemplo no puede ser más gráfico, para probar que la falta de autoridad, la inacción u omisión gubernativas, es la causa productora del abuso en quienes no han sido educados para hacer uso adecuado de sus derechos de ciudadanía.

En otro orden de ideas, ¿cómo no va a ser un rebelde en cuanto crezca, el niño que a los diez años ya insulta a los conductores, se burla de los guardias, agravia a los transeúntes, y si se tercia ataca? Sin freno alguno, acostumbrado a no respetar a padres, ni a maestros, ni a superiores, ni a autoridades, es un rebelde en libertad, entregado a todos los malos instintos desarrollados ante el ejemplo de la calle, y nadie debe asombrarse de que cada generación sea más levantisca e indisciplinada que la anterior: libertad, libertinaje, revolución, anarquía, bolchevismo. Esa es la gama.

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He dicho todo lo anterior a cuento de lo sucedido en Barcelona y Valencia. En cien ocasiones, he escrito pidiendo el cumplimiento de las disposiciones que regulan el uso de armas. Cierto es que se puede matar con palo, con navaja, con los puños; pero... ¡¡¡es difícil! Sucede lo que con el alcohol. Hay borrachos que beben vino; pero son los menos. Los borrachos temibles son los de alcoholes. Quitad las armas, que son el abuso, y quitaréis el noventa por ciento de las agresiones. Y llegado el caso de reprimir, de defenderse, más fácil será defenderse de quienes no estén armados que de quienes lo estén.

¿Creéis acaso que Colón habría vuelto a España, o Hernán Cortés conquistado Méjico, si los antillanos y mejicanos hubiesen tenido armas de fuego y por añadidura vestiduras de hierro, en vez de tener flechas y andar desnudos? El zapato del hombre mata de un pisotón cien hormigas; pero ni siquiera mata a un gato.

Pues algo así es la Sociedad formando Estado. Cien mil hombres, armados legalmente, representando la fuerza del derecho, de la Ley, del Estado, ejercen coacción sobre 20 millones. ¿Qué sucedería si los 20 millones estuviesen armados?

No predico atropellos. Me limito a demandar previsión. Y como la demando con razones, y razono amparado por el sentido común, debo ser escuchado. Las batallas se ganan más fácilmente desarmando al adversario que dejando que se arme, para luego pugnar con él.

JUAN DE ARAGON

(1)    https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

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