La Correspondencia de España, 20
de enero de 1920 (1)
Reconoce a España como el país mal
liberal del mundo, y por ello no debe compararse con otros países
COMENTANDO
Así como sería absurdo llevar
abrigo en Agosto porque hace frio en Enero, así es absurdo gritar en España
porque se grita en el Extranjero.
Tenemos los españoles un gravísimo
defecto que consiste en pretender que la presión social del extranjero haya de
ser la influyente en el barómetro social español. Por eso sin duda no se dan
cuenta de la realidad de la vida muchos de los directores de los movimientos
societarios, y equivocadamente aplican e intentan aplicar en España los mismos
procedimientos aplicados en el extranjero. Olvidan las causas productoras de
los efectos, y como aquí no existen ni han existido causas iguales ni
parecidas, es imposible obtener los mismos efectos. Sucede con estos asuntos
sociales lo que con los instrumentos de música. No basta con haber visto a un
señor con una batuta y a otros con violines y demás instrumentos interpretar
una obra musical, para tomar un señor otra batuta y otros señores los
instrumentos y salir de pronto dirigiendo y tocando. Los primeros, hacen
música; los segundos, sólo producen ruido. Tocar sin saber tocar, es ridículo.
Dirigir, sin haber aprendido a dirigir, es bufo.
Algo de eso está sucediendo en
España en el momento actual. Unos, copian los movimientos reflexivos de
Inglaterra, de los Estados Unidos y de Francia. Otros, copian los movimientos
irreflexivos y demagógicos de Rusia. Pero los unos y los otros olvidan al
copiarlos todo aquello que deberían tener más en cuenta: la situación de cada
uno de esos países y las causas productoras de los efectos sociales intentados
copiar.
Dejando a un lado cuanto se
relaciona con los movimientos reflexivos que se van desarrollando en plena
normalidad en los Estados Unidos, en Inglaterra y en Francia, respecto de los
demás que no van encaminados a matar la producción sino a fomentarla, haciendo
compatible la vida del capital con la del trabajo, me ocuparé solamente de los
movimientos irreflexivos demagógicos de Rusia y de otros países próximos al
desaparecido imperio zarista. ¿Quién puede relacionar el estado social ruso con
el español? ¿Cuándo hubo en España ocasión ni pretexto para que el proletariado
ni la clase media se sintiesen vejados como las clases medias y el proletariado
ruso? España, digan lo que quieran decir unos cuantos agitadores profesionales
que viven al amparo de la agitación, es el país más liberal del Mundo, en el
amplio sentido de la palabra libertad. Podrá estar atrasado en el concepto
científico o político de libertad; pero en el concepto humano y vulgar, es el
país donde cada cual hace lo que le da la gana, a punto tal, que si la mayor
parte de quienes protestan viviesen en países liberales como Inglaterra e
hiciesen allí lo que hacen aquí, tardarían solamente minutos en ir a la cárcel
una larga temporada, pues allí no se ha creído nunca que la libertad consiste
en poder atropellar el derecho de los demás.
Seguramente no habría existido revolución en
Rusia, si los rusos hubiesen vivido como vivían y viven los españoles. Por lo
tanto, es una inconcebible locura argumentar con razones exóticas, para
aplicarlas al caso de España, pues este es el país de la libertad, así como
aquél fue el de la tiranía.
Tendría razón de ser en España un
movimiento de rebeldía de las clases medias; pero no de las clases proletarias,
y mucho menos después de las concesiones que han conquistado en los últimos
años. Por la organización aun embrionaria de la vida industrial española,
apenas si tienen colocaciones adecuadas las clases medias que son las
verdaderas víctimas de este movimiento. De un lado se ven estrujadas por sus
proveedores, y de otro por su dependencia. Demasiado pronto para variar de modo
de vivir, están materialmente muriendo de hambre. Obligadas a vestir con
decoro, a convivir con su clase social, conviven milagrosamente, y sobre ellas
cae siempre el Fisco, pues el productor se defiende subiendo el precio y el
obrero elevando el jornal. Esas clases medias, como no pueden subir nada, se
limitan a reducir sus gastos; pero ya no pueden más. Por eso digo que me
explicaría la rebeldía de esas clases; pero que no me explico la del
proletariado.
La jornada de seis a ocho horas
que rige en casi todas las industrias y en algunas de cinco como en los diarios
nocturnos, deja libres de diez y seis a diez y nueve horas, y durante ellas son
muchos los obreros que pueden ganar y ganan, si no son viciosos, otros jornales
dedicados a trabajos independientes de su profesión. Las familias obreras que
reúnen ya lo suficiente para vivir con holgura son muy numerosas, y sin miedo a
equivocarse, puede ser dicho que quien no gana para vivir es por ser un vago de
profesión.
En esos términos planteado el problema, es ridículo argumentar con el ejemplo de Rusia, pues si allí es lógico que se hayan alzado por falta de libertad, es lógico que aquí intenten alcanzar cuando lo que hay es exceso de libertinaje.
JUAN DE ARAGON
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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