Dice que; la desamortización, aquella célebre desamortización que, como saben nuestros lectores, no sirvió más que para arruinar a las corporaciones, para empobrecer al Tesoro y para enriquecer á unas cuantas docenas de caballeros, muy progresistas, si, no lo negamos, a cambio de que también sea reconocido que su progresismo no era incompatible con su pillería
***
La Correspondencia de España, 30 de enero de 1911
COSAS DE ESPAÑA
DESPOJA Y NO PAGUES
Antes de que la antigua y santa
democracia progresista comenzase a piratear bajo el pabellón desamortizador,
que era emblema de la futura regeneración y del futuro engrandecimiento patrio,
vivían felices los organismos provinciales y municipales, las asociaciones de
enseñanza y beneficencia, los organismos todos, en una palabra, que integraban la
vida nacional, y con sus peculios propios atendían al sostenimiento de las
cargas sociales, sin demandar favor ni merced al Tesoro público.
Vino la desamortización, aquella
célebre desamortización que, como saben nuestros lectores, no sirvió más que
para arruinar á las corporaciones, para empobrecer al tesoro y para enriquecer
a unas cuantas docenas de caballero muy progresistas, si, no lo negamos, a cambio
de que también sea reconocido que su progresismo no era incompatible con su
pillería.
La historia es muy reciente:
fincas que fueron pagadas con las rentas que producían; fincas que todavía no
han acabado de ser pagadas; caballeros que nacieron sin una peseta, para dejar
descendencia de millonarios, ennoblecidos deprisa y corriendo; la mano muerta,
que hacía caridad, que enseñaba, que repartía beneficios a los pueblos,
convertida en el moderno latifundio, que tantos temas de discurso ha
proporcionado al Sr. Canalejas, aun cuando todavía no le haya sugerido ni un
solo párrafo de decreto gacetable. Y como final, una legislación que solamente
sirve para que las corporaciones sean expoliadas por un ejército de titulados
agentes de negocios, para los cuales, ni hay puerta cerrada, ni hay expediente
que no pueda ser resuelto, siempre y cuando se allanen las corporaciones a dejar en sus bolsillos y en los de sus cómplices el 50 por 100 de las
cantidades percibidas.
Es decir, que la desamortización,
que sirvió antaño para que la pillería engordase, sirve hogaño para que
engorden los intermediarios, a los cuales no calificare con frase tan dura; ya
habrá bastante con que los llamemos merodeadores.
¿Que a qué viene esto? Pues viene a cuento de lo que está sucediendo
en la provincia de Zaragoza, provincia que un día fue rica en sus organismos
provinciales , por la razón sencilla de que, con arreglo a derecho foral o,
mejor dicho, a costumbre, encabezamos los zaragozanos nuestros testamentos con
un legado para el Santo Hospital de Nuestra Señora de Gracia («Urbis et Orbi,
Domus Infirmorum» lo llamábamos, indicando que era de todos y para todos),
legados, repito, que permitieron a ese Hospital y a otras instituciones
benéficas adquirir pingües propiedades, que el santo progresismo, olvidándose
de que robaba a los enfermos, pirateó sin piedad, lanzándolas a la codicia de
unos cuantos mercaderes, sintiéndose progresistas para adquirir lo ajeno,
convirtiéronse en terribles reaccionarios cuando de conservar lo adquirido se
trató.
No contento el Estado con
arrebatar los bienes, derogó también determinados privilegios que renta
producían y aquel Hospital General, que admite enfermos de todas procedencias,
quedo convertido en misera dependencia provincial, sujeta a todas las penurias
de una corporación que, aun cuando esta honradamente administrada, no puede
realizar el milagro de los panes y de los peces. Zaragoza es provincia de
España que más gasta en Beneficencia, llegando al 75 por 100 de su presupuesto
provincial, y con decir esto ya digo bastante para demostrar que hace honor á
su título de Muy Benéfica, que, entre otros gloriosos, con legítimo orgullo
ostenta.
A cuenta de los millones
incalculables de que fue desposeída Zaragoza, le debe el Tesoro público unos
cuantos, a cuatro creo que aproximan; y aun cuando la Diputación Provincial
reclamo oficialmente hace seis años y oficiosamente en cien ocasiones, no ha
conseguido ni una sola vez que se le conteste. La Hacienda se limita a callar,
como si la Diputación Provincial no hablase, sucediéndole a este organismo con
la Hacienda lo que al general Puente con D. Diego Arias de Miranda: el
almirante escribe muchas cartas; pero D. Diego no se da por enterado.
¿Para qué decir, si nuestros
lectores ya lo habrán adivinado, que por la Diputación Provincial de Zaragoza
han pasado legiones de agentes de negocios ofreciéndose á cobrar esos millones,
a cambio de un contrato en regla que les abandonase el 50 por 100? No hace
falta decirlo; pero para robustecer el argumento, no estará por de más el dejar
aquí claramente consignado que otras entidades aragonesas que a pagar se
avinieron el corretaje, sendos millones cobraron, como en Hacienda, consta y
algunos canónigos no desconocen.
Procurador de Zaragoza, me veo
obligado a declarar que Zaragoza ni puede ni quiere, ni dar una peseta a
quienes viven merodeando entre corporaciones locales y las centrales, porque
Zaragoza debe tener fuerza sobrada, y el Gobierno debe reconocérsela, para
reintegrarla en la posesión de lo que de derecho le pertenece, sin necesidad de
recurrir al vilipendio de un contrato leonino, que ningún zaragozano firmaría,
aunque sólo fuera por el temor de que la palabra complicidad fuese pronunciada,
como pronunciada ha sido en otros asuntos muy recientes, de índole parecida, y
por medio de agentes convertidos en dinero contante y sonante.
Ser pobre por no tener, no es
deshonra. Y ser pobre cuando se tiene y no se puede cobrar, ya es merecimiento
para ascender a la categoría de santo. Y digo esto para que la Diputación
Provincial de Zaragoza no se enoje al ver aquí pregonada su pobreza y para que
tampoco el Gobierno se enoje si, cansada la provincia zaragozana de tanta
santidad, se decide a renunciar a su paciencia y a pagarle al Estado en la
misma moneda, planteando el problema con toda claridad: O tú, Tesoro, me pagas
lo que me debes, o yo, Diputación, me niego en absoluto a sostener las cargas
que sostener no puedo.
Con fecha de hoy queda presentada
una nueva instancia demandando urgente liquidación de los remanentes que
corresponden al Hospital de Nuestra Señora de Gracia y a los Hospicios de
Zaragoza, Calatayud y Tarazona.
¿Tendrá esta instancia mejor
fortuna que las anteriores? ¿Dormirá otros seis años el sueño de los justos,
sin que nadie la mueva, esperando el mágico impulso de uno de esos corredores
al 50 por 100, con socio de campanillas detrás de la cortina? ¿Necesitará
Zaragoza volver á los tiempos en que, cuando sus corporaciones eran ofendidas,
salía, al mismo tiempo que la orden de ofensa, la orden para movilizar un
Cuerpo de Ejército? Yo no lo sé; Zaragoza tampoco lo sabe. Lo que sí sabemos
todos los zaragozanos, desde el primero hasta el último, es que todo en el
mundo tiene un límite, y que el límite de lo que decorosamente puede ser
soportado lo tenemos ya cerca de nuestros ojos.
Zaragoza no pide nada que sea
injusto, nada que sea ilegal, nada que no sea suyo, y, por lo tanto, ya que no
se le dé lo que suyo es, que no sea cometida de nuevo en Hacienda la grosería
de no contestar a sus peticiones, y que no se dé de nuevo el escándalo
vergonzoso de que todo sean facilidades para los mercaderes que negocian por su
lucro, y todo dificultades para quienes, llenos de honorabilidad y de
prestigios, como la Diputación Provincial de Zaragoza modelo de organismos provinciales , no hacen otra cosa al demandar que
cumplir con los deberes que su cargo les impone y defender a sus conciudadanos.
El Gobierno tiene la palabra, y Zaragoza espera su contestación, para proceder
con arreglo a sus deberes.
LEOPOLDO ROMEO, Diputado á Cortes
por Zaragoza.
https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
No hay comentarios:
Publicar un comentario