lunes, 27 de enero de 2025

A043 DESAMORTIZACION EN ZARAGOZA

 

Dice que; la desamortización, aquella célebre desamortización que, como saben nuestros lectores, no sirvió más que para arruinar a las corporaciones, para empobrecer al Tesoro y para enriquecer á unas cuantas docenas de caballeros, muy progresistas, si, no lo negamos, a cambio de que también sea reconocido que su progresismo no era incompatible con su pillería

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La Correspondencia de España, 30 de enero de 1911


 

COSAS DE ESPAÑA

DESPOJA Y NO PAGUES

Antes de que la antigua y santa democracia progresista comenzase a piratear bajo el pabellón desamortizador, que era emblema de la futura regeneración y del futuro engrandecimiento patrio, vivían felices los organismos provinciales y municipales, las asociaciones de enseñanza y beneficencia, los organismos todos, en una palabra, que integraban la vida nacional, y con sus peculios propios atendían al sostenimiento de las cargas sociales, sin demandar favor ni merced al Tesoro público.

Vino la desamortización, aquella célebre desamortización que, como saben nuestros lectores, no sirvió más que para arruinar á las corporaciones, para empobrecer al tesoro y para enriquecer a unas cuantas docenas de caballero muy progresistas, si, no lo negamos, a cambio de que también sea reconocido que su progresismo no era incompatible con su pillería.

La historia es muy reciente: fincas que fueron pagadas con las rentas que producían; fincas que todavía no han acabado de ser pagadas; caballeros que nacieron sin una peseta, para dejar descendencia de millonarios, ennoblecidos deprisa y corriendo; la mano muerta, que hacía caridad, que enseñaba, que repartía beneficios a los pueblos, convertida en el moderno latifundio, que tantos temas de discurso ha proporcionado al Sr. Canalejas, aun cuando todavía no le haya sugerido ni un solo párrafo de decreto gacetable. Y como final, una legislación que solamente sirve para que las corporaciones sean expoliadas por un ejército de titulados agentes de negocios, para los cuales, ni hay puerta cerrada, ni hay expediente que no pueda ser resuelto, siempre y cuando se allanen las corporaciones a dejar en sus bolsillos y en los de sus cómplices el 50 por 100 de las cantidades percibidas.

Es decir, que la desamortización, que sirvió antaño para que la pillería engordase, sirve hogaño para que engorden los intermediarios, a los cuales no calificare con frase tan dura; ya habrá bastante con que los llamemos merodeadores.

¿Que a qué viene esto?  Pues viene a cuento de lo que está sucediendo en la provincia de Zaragoza, provincia que un día fue rica en sus organismos provinciales , por la razón sencilla de que, con arreglo a derecho foral o, mejor dicho, a costumbre, encabezamos los zaragozanos nuestros testamentos con un legado para el Santo Hospital de Nuestra Señora de Gracia («Urbis et Orbi, Domus Infirmorum» lo llamábamos, indicando que era de todos y para todos), legados, repito, que permitieron a ese Hospital y a otras instituciones benéficas adquirir pingües propiedades, que el santo progresismo, olvidándose de que robaba a los enfermos, pirateó sin piedad, lanzándolas a la codicia de unos cuantos mercaderes, sintiéndose progresistas para adquirir lo ajeno, convirtiéronse en terribles reaccionarios cuando de conservar lo adquirido se trató.

No contento el Estado con arrebatar los bienes, derogó también determinados privilegios que renta producían y aquel Hospital General, que admite enfermos de todas procedencias, quedo convertido en misera dependencia provincial, sujeta a todas las penurias de una corporación que, aun cuando esta honradamente administrada, no puede realizar el milagro de los panes y de los peces. Zaragoza es provincia de España que más gasta en Beneficencia, llegando al 75 por 100 de su presupuesto provincial, y con decir esto ya digo bastante para demostrar que hace honor á su título de Muy Benéfica, que, entre otros gloriosos, con legítimo orgullo ostenta.

A cuenta de los millones incalculables de que fue desposeída Zaragoza, le debe el Tesoro público unos cuantos, a cuatro creo que aproximan; y aun cuando la Diputación Provincial reclamo oficialmente hace seis años y oficiosamente en cien ocasiones, no ha conseguido ni una sola vez que se le conteste. La Hacienda se limita a callar, como si la Diputación Provincial no hablase, sucediéndole a este organismo con la Hacienda lo que al general Puente con D. Diego Arias de Miranda: el almirante escribe muchas cartas; pero D. Diego no se da por enterado.

¿Para qué decir, si nuestros lectores ya lo habrán adivinado, que por la Diputación Provincial de Zaragoza han pasado legiones de agentes de negocios ofreciéndose á cobrar esos millones, a cambio de un contrato en regla que les abandonase el 50 por 100? No hace falta decirlo; pero para robustecer el argumento, no estará por de más el dejar aquí claramente consignado que otras entidades aragonesas que a pagar se avinieron el corretaje, sendos millones cobraron, como en Hacienda, consta y algunos canónigos no desconocen.

Procurador de Zaragoza, me veo obligado a declarar que Zaragoza ni puede ni quiere, ni dar una peseta a quienes viven merodeando entre corporaciones locales y las centrales, porque Zaragoza debe tener fuerza sobrada, y el Gobierno debe reconocérsela, para reintegrarla en la posesión de lo que de derecho le pertenece, sin necesidad de recurrir al vilipendio de un contrato leonino, que ningún zaragozano firmaría, aunque sólo fuera por el temor de que la palabra complicidad fuese pronunciada, como pronunciada ha sido en otros asuntos muy recientes, de índole parecida, y por medio de agentes convertidos en dinero contante y sonante.

Ser pobre por no tener, no es deshonra. Y ser pobre cuando se tiene y no se puede cobrar, ya es merecimiento para ascender a la categoría de santo. Y digo esto para que la Diputación Provincial de Zaragoza no se enoje al ver aquí pregonada su pobreza y para que tampoco el Gobierno se enoje si, cansada la provincia zaragozana de tanta santidad, se decide a renunciar a su paciencia y a pagarle al Estado en la misma moneda, planteando el problema con toda claridad: O tú, Tesoro, me pagas lo que me debes, o yo, Diputación, me niego en absoluto a sostener las cargas que sostener no puedo.

Con fecha de hoy queda presentada una nueva instancia demandando urgente liquidación de los remanentes que corresponden al Hospital de Nuestra Señora de Gracia y a los Hospicios de Zaragoza, Calatayud y Tarazona.

¿Tendrá esta instancia mejor fortuna que las anteriores? ¿Dormirá otros seis años el sueño de los justos, sin que nadie la mueva, esperando el mágico impulso de uno de esos corredores al 50 por 100, con socio de campanillas detrás de la cortina? ¿Necesitará Zaragoza volver á los tiempos en que, cuando sus corporaciones eran ofendidas, salía, al mismo tiempo que la orden de ofensa, la orden para movilizar un Cuerpo de Ejército? Yo no lo sé; Zaragoza tampoco lo sabe. Lo que sí sabemos todos los zaragozanos, desde el primero hasta el último, es que todo en el mundo tiene un límite, y que el límite de lo que decorosamente puede ser soportado lo tenemos ya cerca de nuestros ojos.

Zaragoza no pide nada que sea injusto, nada que sea ilegal, nada que no sea suyo, y, por lo tanto, ya que no se le dé lo que suyo es, que no sea cometida de nuevo en Hacienda la grosería de no contestar a sus peticiones, y que no se dé de nuevo el escándalo vergonzoso de que todo sean facilidades para los mercaderes que negocian por su lucro, y todo dificultades para quienes, llenos de honorabilidad y de prestigios, como la Diputación Provincial de Zaragoza modelo de organismos provinciales , no hacen otra cosa al demandar que cumplir con los deberes que su cargo les impone y defender a sus conciudadanos. El Gobierno tiene la palabra, y Zaragoza espera su contestación, para proceder con arreglo a sus deberes.

LEOPOLDO ROMEO, Diputado á Cortes por Zaragoza.

https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

 

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