La Correspondencia de España, 16
de febrero de 1921 (1)
LO DEL TRIGO
¡A BUENA HORA!
Saben los lectores que “Juan de
Aragón” en estas columnas y Leopoldo en el Congreso llevan dos años ocupándose
del escandaloso asunto del trigo argentino. Nadie les secundó en su campaña, y
por el contrario hizo el vacío en torno de ella.
Ahora, cuando ya es tarde, cuando
son irremediables los daños y perjuicios causados al Tesoro público, empiezan
«a enterarse» algunos diarios, uno de ellos «El Debates, que dice lo siguiente:
«¿Qué pasa con el trigo?
Sabe el lector que no hacemos
campañas sobre la base de murmuraciones y rumores, y ni siquiera damos acogida
a éstos sin que vayan acompañados de alguna sólida probabilidad. Así hemos
procedido en relación con las adquisiciones y distribución del trigo extranjero,
traído por el Estado para abaratar ese artículo de primera necesidad; pero son
tan graves las cosas que se dicen y se escriben a este propósito, y tan poco
tranquilizador el sistemático silencio de las autoridades, que nos creemos
obligados a traer tal asunto a nuestras columnas.
Se dice que el trigo de algunas
remesas ha sido de calidad pésima, y aun nocivo para la salud: que cargamentos
enteros han permanecido días y días en los muelles–en los de Alicante y Gijón,
por ejemplo, perdiéndose o pudriéndose en parte; que allí, y en otros sitios,
se han negado a adquirirlo los harineros. Con razones o con pretextos, y que
las autoridades han observado actitud pasiva; que a dos barcos llegados a la
vez se les ban pagado los fletes a 135 pesetas a uno y a 75 al otro, sin que se
conozca la razón de tal diferencia; que ha abonado el Estado grandes cantidades
por almacenaje y seguro de trigo que había de cargarse en barcos, que han
estado no pocos días en puertos americanos, esperando que el trigo llegara al
muelle, por lo que no es posible justificar el pago del almacenaje: que por
estadías no se ha satisfecho lo debido a navieros españoles; que, en cambio, se
han pagado 6.000 pesetas diarias a un barco inglés, en Gijón, por el mismo
concepto; que ni el Tribunal de Cuentas ni otros organismos de Hacienda han
tenido en estos negocios la intervención acostumbrada, legal, en casos
análogos; que acerca de todo esto se han presentado denuncias, no esclarecidas,
y se han incoado expedientes, no resueltos, a pesar de que ha transcurrido con
exceso el tiempo necesario; que, en fin, ni siquiera se puede saber qué y cómo
se ha gastado en tales adquisiciones de trigo, y cuál ha sido su distribución.
El diputado por Valladolid, señor Planentel, declaró en reciente reunión,
celebrada en la capital castellana, que había pedido esos datos al ministro de
Fomento, quién le contestó escusándose, por no serle posible dar los informes
que se le pedían.
Todo esto es… ¡demasiado! No es
que afirmemos nosotros la exactitud de cada una de tan graves denuncias; pero
si creemos que merecerá una rectificación, una aclaración por parte del
ministro de Fomento.
Todo eso, como cuento ahora dicen otros
colegas, habría estado muy bien a su debido tiempo, cuando era momento para
evitar la repetición de los daños; pero ahora es en absoluto inútil. ¡Al asno
muerto, la cebada al rabo!
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
Imagen: Pixabay.com
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