viernes, 31 de enero de 2025

A079 PROBLEMA DE LA MENDICIDAD

  

Galicia nueva, 23 de marzo de 1919 (1)

El problema de la mendicidad

El gobernador civil de Madrid Sr. Romeo, es un hombre dotado de grandes energías y capaz de abordar los mas arduos problemas. Tozudo como buen aragonés, discreto como cumple a un periodista de su fuste, cristiano como un antiguo caballero castellano, plantea los problemas y procura darles justa solución. Tal vez haya pecado en algún momento de demasiado vehemente, pero es fácilmente disculpable, pues quizás la razón de sus prisas habría que encontrarlas en la inestabilidad y es su deseo de hacer algo perdurable.

Después de haberse propuesto y de haberlo conseguido, que todo el mundo se vacune en Madrid, ha abordado ahora seriamente el asunto que se refiere a la mendicidad callejera.

Sin alharacas, calladamente, se ha procurado plazas en los asilos, ha reunido grandes cantidades de ropas y útiles, ha fundado unos comedores modelo para pobres y vergonzantes, y cuando todo esto estaba hecho, ha prohibido la mendicidad y ha comenzado a recoger a los pobres.

Por último, para limpiar la villa y corte de vagos y de mendigos de profesión, ha publicado un bando, disponiendo que cada pobre sea trasladado a su pueblo de origen.


Es muy laudable la actitud del señor Romeo, pues aspira a “reprimir en lo posible la mendicidad, combatiendo a los que hacen de la caridad una industria, sin que haya entrado en sus cálculos el petulante propósito de algunos otros que llegaron hasta a decidir que iban a extinguí la mendicidad. ¡Como si fuera posible que se acabasen los pobres y los desgraciados, sobre todo en las grandes poblaciones y como si no pesasen sobre la Comunidad las palabras de Cristo: ¡Siempre tendréis a los pobres en vuestro alrededor!

Estas medidas adoptadas por el señor Romeo no son nuevas. En algunas otras ciudades se adoptaron hace tiempo y dan resultado. Lo que hace falta es que cunda el ejemplo para que la limosna vaya a socorrer a los verdaderos necesitados y no sirva para alimentar los vicios de tantos vagos, como viven al amparo de la conmiseración ajena, y que son ludibrio para la civilización y vehículo de toda clase de lacras morales y físicas. 

ARIEL

(1)     https://biblioteca.galiciana.gal/gl/inicio/inicio.do


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