Mundo Grafico, 19 de febrero de 1919
DE LA PROPIA TERNERA
Al gran Leopoldo Romeo,
baturro de hidalga cuna,
al que hoy enfangado veo
en eso de la vacuna.
le envío mi parabién
como habitante en Madrid,
pues lo que él hace, no hay quien
lo hiciera, ni aun siendo un Cid.
Obligar a inocularse
a la muchedumbre fiera,
que no quiere vacunarse
ni aun de la propia ternera;
lograr que en el antebrazo,
sin que les valga dinero,
se dejen dar un pinchazo
el rico y el pordiosero,
y vencer la resistencia
a orden de tal importancia,
que es hija de la inconsciencia,
cuando no de la ignorancia
es, ¡oh, querido Leopoldo!,
un hecho de tal linaje,
que revela en ti el rescoldo
de los hombres de coraje.
Sigue, pues, sin vacilar
aunque el pinchazo nos duela,
porque es necesario dar
la batalla a la viruela.
Monta, Leopoldo, a caballo,
y obliga, fiero y rotundo,
que desde el rey al vasallo
se vacune todo el mundo,
que yo prometo, Leopoldo,
para no armar un belén,
pues que a tu gusto me amoldo,
dejarme pinchar también.
Logrado lo que persigues,
que te causara un deleite,
¡a ver, hombre, si consigues
que se abarate el aceite!
Y en vista de lo que pasa,
¡no lo tases, por favor!,
pues mira que con la tasa
resulta mucho peor.
Como caso extraordinario,
este hoy tu mandato es:
«vacúnese el vecindario,
que ya comerá después.
Bien está, porque ya asoma
por ahí la epidemia horrible:
pero, de paso, que coma,
porque todo es compatible.
Y si a tu orden oportuna
algún socio se rebela,
porque teme a la vacuna
mucho más que a la viruela,
le brindo para tal caso
un medio a tu autoridad,
que te sacará del paso
con mucha facilidad:
deja a todo el que no quiera
vacunarse, cual tú hiciste,
que se coma la ternera,
y... ¡a ver si hay quien se resiste!
MANUEL SORIANO
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