La Correspondencia de España, 18
de diciembre de 1912 (1)
EL TRATADO
EXPLICANDO MI VOTO
Voté ayer contra la ratificación
Tratado hispano-francés, o mejor del dicho contra la autorización para
ratificarlo.
Si el voto de ayer hubiese sido un
voto a favor de la labor diplomática realizada por el Sr. García Prieto, habría
votado en pro, porque he sido testigo de mayor excepción para poder apreciar el
talento, la asiduidad, el celo, el estudio y la lealtad con que ha procedido
durante las negociaciones. Esclavo de su deber, ha cumplido su cometido a conciencia, y como negociador. yo le aplaudo.
Pero no se trata de eso. Hace quince
años que escribo sobre Marruecos. Creo honrada y firmemente que aquello no vale
una peseta, que nos arruinará, que sólo nos servirá para traernos lágrimas, y
con arreglo a mi conciencia voté en contra, porque votar en pro equivaldría á
rectificar la labor de toda mi vida.
El mal ya está hecho. Yo no seré
promovedor de dificultades porque el hecho consumado hay que aceptarlo; yo no
fomentaré peligrosos estados de opinión; yo no echaré leña al fuego; pero yo
quiero poder decir el día de mañana, cuando muchos lloren, que ni como
periodista, ni como diputado, colaboré en esa empresa de dolores.
Y a quienes en la Cámara se
extrañaron de que yo votase con un «no» categórico, sólo les diré, que
me infirieron agravio al suponer que yo podía votar "si”.
Si yo hubiese votado «sí», habría
merecido que las gentes no me mirasen a la cara, porque las gentes, lo menos
que pueden exigir de quienes con ellas conversamos desde los periódicos, es una
cosa: formalidad.
¡Bonita formalidad hubiese sido
pasarse la vida diciendo que para Marruecos «Ni un hombre, ni una peseta»,
¡para luego ir al Congreso a votar “si” como un adulador inconsciente!
Ahí queda explicado mi voto. Y
aquí queda también consagrada mi respetuosa alabanza para el Sr. García Prieto,
de quien tengo tan alto concepto político y social, que si yo algún día
decidiese adscribirme a determinada bandería, derecho a la suya me encaminaría,
porque honra y no pequeña tendría en nombrarlo dueño y señor de mi albedrio y
en que él como a su servidor me aceptase.
Todo ello, por supuesto, decidido a cortarme la mano derecha antes de escribir una sola línea en loor de la
política africana, porque mi pluma seguirá escribiendo, que, para África, ni un
hombre ni una peseta, aunque las pesetas y los hombres nos los pidan con el
sofisma de que, si no los damos, por impotentes pasaremos.
ROMEO
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
No hay comentarios:
Publicar un comentario