Con
el seudónimo de “Juan de Aragón” escribe distintos artículos, para demostrar
que el ministerio de la Marina era un organismo putrefacto, pidiendo su
desaparición.
La Correspondencia de España, 17
de julio de 1904 (1)
El ministro de Marina, Sr.
Ferrándiz, intenta desvincular los cargos contra el misterio de la Marina que
Leopoldo Romeo, escribe. Y por ello Leopoldo Romeo, se lo debate punto por
punto. Entre los puntos más importantes que la compra de carbón para los
barcos, fue cambiado por pirita de hierro, que provocaba no solamente que no
ardía, sino que destruía el cielo de los hornos y las calderas
ORGANISMO EN DESCOMPOSICION
EL MINISTERIO DE LA MARINA
El ministro de Marina, Sr.
Ferrándiz, intentó desvirtuar los cargos formulados por LA CORRESPONDENCIA DE
ESPAÑA para demostrar que el ministerio de Marina es un organismo putrefacto, y
para pedir por causas de salud pública, su desaparición.
LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, que
desde hace bastante tiempo demuestra cuanto dice porque sus campañas están en
absoluto desprovistas de pasión, demostrará hoy cumplidamente. con datos
oficiales, el fundamento de sus patrióticas denuncias, De esas debutas. que
hoy, sin temor alguno y empleando la frase gráfica, aseguramos que se refieren
no a abusos, sino a verdaderos latrocinios.
Vayamos por partes, porque en
estos asuntos la claridad y el método son indispensables.
Carbones.
Vea el Sr. Ferrándiz el expediente incoado en virtud de instancia formulada por D. Miguel Aguado, con domicilio en la calle de Génova, número 5, ofreciendo carbón, en nombre de una casa inglesa, a quince chelines más barato que el contratado por el ministerio. En ese expediente está demostrado:
PRIMERO. Que la casa inglesa se
comprometía a poner el carbón en el puerto ó puertos de la isla de Cuba que
conviniese al Gobierno español.
SEGUNDO. Que ofrecía cargarlo de
los mismos montones en que lo hacia la escuadra inglesa.
TERCERO. Que se le exigió
suministrar 100.000 toneladas.
CUARTO. Que cuando fué aceptada
esta exigencia se intentó poner trabas, pidiendo una fianza brutal.
QUINTO. Que cuando fué admitida
esta condición, halló el ministerio fórmulas para desechar la oferta.
SEXTO. Que la real orden
desestimando la oferta no tiene ningún argumento sólido.
Cuando el ministro se haya
enterado de ese expediente, puede pedir el formado con motivo del contrato de
30.000 toneladas de carbón para las necesidades de la campaña. En él encontrará
el ministro la demostración palpable del latrocinio y la prueba plena de que
los marinos españoles fueron sacrificados desde Madrid, vendiendo sus vidas por
unos cuantos miles de duros, y que son completamente irresponsables de cuanto
sucedió por haber formulado en tiempo oportuno enérgicas protestas, a las cuales
dio carpetazo el ministerio de Marina, lanzando los gloriosos prestigios de la
Armada española a la voracidad de la calumnia y al desprestigio de la deshonra.
Llamamos a ese negocio latrocinio,
fundamentando, nuestras palabras en los siguientes documentos oficiales:
PRIMERO. Tres actas de recepción
suscritas por la Junta del Apostadero de la Habana; análisis hechos por jefes y
oficiales del Cuerpo general de la Armada y del de maquinistas y pruebas hechas
en el Apostadero, demostrando que el carbón era pirita de hierro.
SEGUNDO. Protesta general hecha de
oficio por los comandantes de todos los barcos que navegaban en la Isla de
Cuba, manifestando a la Superioridad que el carbón no era de recibo. Véanse los
copiadores de oficios de los barcos Marqués de la Ensenada, Infanta Isabel,
Martin Alonso Pinzón, Galicia, etc., en los cuales consta que el carbón NO
SOLAMENTE NO ARDIA, SINO QUE DESTRUIA EL CIELO DE LOS HORNOS Y LAS CALDERAS.
TERCERO. Fletes para transportar
el carbón a Cuba y transporte a Santiago en barcos de vela, asunto que motivo
serio disgusto entre el comandante de Marina y el ordenador en marzo de 1898,
porque este último había contratado el alijo del carbón a un peso la tonelada y
varios comerciantes se habían ofrecido a realizarlo por medio peso.
CUARTO. Véase, como comprobación
de todo lo dicho, el parte de campaña del general segundo jefe de la escuadra
del almirante Cervera, documento que fué entregado por la escuadra americana al
comandante del Martin Alonso Pinzón en un parlamento y cuya copia consta en los
archivos del ministerio de Marina.
Siempre hemos sido defensores de
los marinos de guerra, en quienes vemos a mártires inmolados en el altar de las
concupiscencias madrileñas, y si emprendemos esta campaña es con el exclusivo
objeto de que reaccione el espíritu público, convenciéndose de una vez y para
siempre de que los comandantes de los barcos cumplieron su deber, siendo, por
lo tanto, irresponsables del terrible desastre.
Esos marinos no tenían más remedio
que continuar embarcados, porque si frente al enemigo se hubiesen negado a navegar, alegando falta de carbón y de municiones, corrían el riesgo de que su
conducta hubiese sido achacada a cobardía.
Los marinos continuaron navegando,
y sabiendo que caminaban a una muerte cierta, sin probabilidad ninguna de
triunfo, tuvieron el heroísmo de no exteriorizar sus quejas, prefiriendo morir
sin gloria a ser tildados de cobardes.
Los chanchullos se realizaban en
Madrid; en el ministerio eran sancionados, y, por lo tanto, sabían de sobra los
marinos que sus justas protestas no hallarían eco alguno en la corte; corriendo
en cambio el riesgo de sufrir la enemistad de los poderosos. De esos poderosos
que tenían influencia para que el ministerio de Marina enviase treinta mil
toneladas de pirita de hierro a los barcos encargados de defender la honra
nacional y la integridad del territorio.
El señor ministro de Marina quiere
datos, y, por esta vez, podremos complacerlo en todos sus deseos, prometiéndole
que los datos serán tan abrumadores como los de hoy , y que al final de la
jornada quedará demostrado que España entera debe un solemne desagravio a quienes supieron morir sacrificándose por la patria, devolviendo sus antiguos
prestigios a la marina española, al mismo tiempo que realiza un ejemplar
escarmiento contra los que no vacilaron en sacrificar miles de vidas, muchos
barcos y no poca honra, ante un puñado de miserables pesetas.
Otro día continuaremos la
publicación de pruebas documentadas, pues por hoy basta con lo dicho para
demostrar que tenemos fundados motivos para no emplear el paliativo de los
eufemismos y para decir clara y terminantemente que el asunto de los carbones
constituyó un delito de lesa patria, con la agravante de latrocinio.
Juan de Aragón.
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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