jueves, 23 de enero de 2025

A013 CARBON PARA LOS BARCOS

 

Con el seudónimo de “Juan de Aragón” escribe distintos artículos, para demostrar que el ministerio de la Marina era un organismo putrefacto, pidiendo su desaparición.

La Correspondencia de España, 17 de julio de 1904 (1)

El ministro de Marina, Sr. Ferrándiz, intenta desvincular los cargos contra el misterio de la Marina que Leopoldo Romeo, escribe. Y por ello Leopoldo Romeo, se lo debate punto por punto. Entre los puntos más importantes que la compra de carbón para los barcos, fue cambiado por pirita de hierro, que provocaba no solamente que no ardía, sino que destruía el cielo de los hornos y las calderas

ORGANISMO EN DESCOMPOSICION

EL MINISTERIO DE LA MARINA

El ministro de Marina, Sr. Ferrándiz, intentó desvirtuar los cargos formulados por LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA para demostrar que el ministerio de Marina es un organismo putrefacto, y para pedir por causas de salud pública, su desaparición.

LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, que desde hace bastante tiempo demuestra cuanto dice porque sus campañas están en absoluto desprovistas de pasión, demostrará hoy cumplidamente. con datos oficiales, el fundamento de sus patrióticas denuncias, De esas debutas. que hoy, sin temor alguno y empleando la frase gráfica, aseguramos que se refieren no a abusos, sino a verdaderos latrocinios.

Vayamos por partes, porque en estos asuntos la claridad y el método son indispensables.

Carbones.

Vea el Sr. Ferrándiz el expediente incoado en virtud de instancia formulada por D. Miguel Aguado, con domicilio en la calle de Génova, número 5, ofreciendo carbón, en nombre de una casa inglesa, a quince chelines más barato que el contratado por el ministerio. En ese expediente está demostrado:


PRIMERO. Que la casa inglesa se comprometía a poner el carbón en el puerto ó puertos de la isla de Cuba que conviniese al Gobierno español.

SEGUNDO. Que ofrecía cargarlo de los mismos montones en que lo hacia la escuadra inglesa.

TERCERO. Que se le exigió suministrar 100.000 toneladas.

CUARTO. Que cuando fué aceptada esta exigencia se intentó poner trabas, pidiendo una fianza brutal.

QUINTO. Que cuando fué admitida esta condición, halló el ministerio fórmulas para desechar la oferta.

SEXTO. Que la real orden desestimando la oferta no tiene ningún argumento sólido.

Cuando el ministro se haya enterado de ese expediente, puede pedir el formado con motivo del contrato de 30.000 toneladas de carbón para las necesidades de la campaña. En él encontrará el ministro la demostración palpable del latrocinio y la prueba plena de que los marinos españoles fueron sacrificados desde Madrid, vendiendo sus vidas por unos cuantos miles de duros, y que son completamente irresponsables de cuanto sucedió por haber formulado en tiempo oportuno enérgicas protestas, a las cuales dio carpetazo el ministerio de Marina, lanzando los gloriosos prestigios de la Armada española a la voracidad de la calumnia y al desprestigio de la deshonra.

Llamamos a ese negocio latrocinio, fundamentando, nuestras palabras en los siguientes documentos oficiales:

PRIMERO. Tres actas de recepción suscritas por la Junta del Apostadero de la Habana; análisis hechos por jefes y oficiales del Cuerpo general de la Armada y del de maquinistas y pruebas hechas en el Apostadero, demostrando que el carbón era pirita de hierro.

SEGUNDO. Protesta general hecha de oficio por los comandantes de todos los barcos que navegaban en la Isla de Cuba, manifestando a la Superioridad que el carbón no era de recibo. Véanse los copiadores de oficios de los barcos Marqués de la Ensenada, Infanta Isabel, Martin Alonso Pinzón, Galicia, etc., en los cuales consta que el carbón NO SOLAMENTE NO ARDIA, SINO QUE DESTRUIA EL CIELO DE LOS HORNOS Y LAS CALDERAS.

TERCERO. Fletes para transportar el carbón a Cuba y transporte a Santiago en barcos de vela, asunto que motivo serio disgusto entre el comandante de Marina y el ordenador en marzo de 1898, porque este último había contratado el alijo del carbón a un peso la tonelada y varios comerciantes se habían ofrecido a realizarlo por medio peso.

CUARTO. Véase, como comprobación de todo lo dicho, el parte de campaña del general segundo jefe de la escuadra del almirante Cervera, documento que fué entregado por la escuadra americana al comandante del Martin Alonso Pinzón en un parlamento y cuya copia consta en los archivos del ministerio de Marina.

Siempre hemos sido defensores de los marinos de guerra, en quienes vemos a mártires inmolados en el altar de las concupiscencias madrileñas, y si emprendemos esta campaña es con el exclusivo objeto de que reaccione el espíritu público, convenciéndose de una vez y para siempre de que los comandantes de los barcos cumplieron su deber, siendo, por lo tanto, irresponsables del terrible desastre.

Esos marinos no tenían más remedio que continuar embarcados, porque si frente al enemigo se hubiesen negado a navegar, alegando falta de carbón y de municiones, corrían el riesgo de que su conducta hubiese sido achacada a cobardía.

Los marinos continuaron navegando, y sabiendo que caminaban a una muerte cierta, sin probabilidad ninguna de triunfo, tuvieron el heroísmo de no exteriorizar sus quejas, prefiriendo morir sin gloria a ser tildados de cobardes.

Los chanchullos se realizaban en Madrid; en el ministerio eran sancionados, y, por lo tanto, sabían de sobra los marinos que sus justas protestas no hallarían eco alguno en la corte; corriendo en cambio el riesgo de sufrir la enemistad de los poderosos. De esos poderosos que tenían influencia para que el ministerio de Marina enviase treinta mil toneladas de pirita de hierro a los barcos encargados de defender la honra nacional y la integridad del territorio.

El señor ministro de Marina quiere datos, y, por esta vez, podremos complacerlo en todos sus deseos, prometiéndole que los datos serán tan abrumadores como los de hoy , y que al final de la jornada quedará demostrado que España entera debe un solemne desagravio a quienes supieron morir sacrificándose por la patria, devolviendo sus antiguos prestigios a la marina española, al mismo tiempo que realiza un ejemplar escarmiento contra los que no vacilaron en sacrificar miles de vidas, muchos barcos y no poca honra, ante un puñado de miserables pesetas.

Otro día continuaremos la publicación de pruebas documentadas, pues por hoy basta con lo dicho para demostrar que tenemos fundados motivos para no emplear el paliativo de los eufemismos y para decir clara y terminantemente que el asunto de los carbones constituyó un delito de lesa patria, con la agravante de latrocinio.

Juan de Aragón.



(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

 Imagines Pixabay.com


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