lunes, 17 de marzo de 2025

A152 EL ABUELO PANTORRILLAS

 

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El Regional (diario de Lugo), 4 de abril de 1930 (1)


El abuelo “Pantorrillas”

Leopoldo Romeo solía contar, con gracejo muy baturro ciertamente, el caso del abuelo «Pantorrillas›. Sucedido o cuento, tiene sabor de la tierra, que ya refleja por igual la socarronería y, el sentido práctico de nuestros campesinos.

Era el abuelo «Pantorrillas» un cacicon lugareño, amo y señor de la voluntad política en su aldea y en unas cuantas leguas a la redonda, Candidato que aspirase a representar aquel distrito, tenía que bailarle el agua al abuelo «Pantorrillas», O se quedaba compuesto y sin novia.

Como buen aragonés, el cacicón era rumboso. Y desinteresado, a su manera. Nunca pedía nada para él. Atosigaba a diputados y gobernadores, magistrados y jueces, médicos de la Comisión mixta y jefes de obras públicas con peticiones frecuentes. Pero siempre pedía para los demás.

—Fulano quiere ser alcalde. A Mengano hay que hacerlo juez municipal. El chico de Parengano «tiene que resultar estrecho de pecho”. Esa carretera ha de pasar forzosamente por la finca del Zutanico.

En provecho personal suyo jamás se le ocurrió molestar a ninguno de sus poderosos amigos.

Realmente, lo que le interesaba era conservar aquella fuerza política, a la que no daba el mejor empleo, ciertamente. Y la conservaba así: pidiendo para todos y sin pedir nada para si mismo.

Un diputado que le debía el acta varias veces, y con el acta un sinfín de comilonas y de agasajos, puso empeño en demostrarle su gratitud y en recompensar tantos y tan dilatados servicios.

-Abuelo “pantorrillas”, es usted un tipo verdaderamente curioso. Siempre está usted pidiendo para los demás y nunca pide nada para usted mismo.

- Ni pienso.

Pero yo quiero agradecerle los muchísimos favores que le debo. Pídame usted algo.

- ¿Yo? ¿Pa qué?

-Para conseguírselo, sea lo que sea. Para intentarlo, al menos, con toda mi voluntad y con todas, mis fuerzas.

—Que no, que no. No se canse.

—Pues tiene que ser. Es una obligación mía. Y me dará usted la satisfacción más grande de mi vida, aceptándolo. De manera que vamos a ver: pida usted por esa boca.

—¡Si hasta entonces no ha de llover!

—¿Quiere usted que no hagamos jefe de Administración civil?

—No estoy por vestirme de másсага.

- ¿Quiere usted que le trabaje el gobierno de una provincia sosegadas

—No salgo de mi pueblo, como no me sierren los tobillos.

- ¿Quere usted un título?

- ¿Pergaminos con alpargatas? Se. la “risión”.

—Pues algo tiene usted que aceptar, ea. Es ya para mi una cuestión de puntillo. Se me comen los ‹correligionarios› echándole en cara que no hago nada por usted.

—Somos buenos amigos. Ya es bastante.

-No es bastante. Quiero, exijo – exijo, ¿entiende usted bien? – que, acepte alguna cosa en prenda: de mi reconocimiento.

El abuelo “Pantorrillas” rascóse, la cabeza, Y al cabo dijo, con ingenuidad pacata, con ironía sutil, o con, ambas cosas a un tiempo

-Bueno, bueno, Si tanto se. empeña, me dé usted “una jubilación”.

A primera vista, este chascarrillo parece totalmente pasado de actualidad.

Sin embargo, conserva fresca su perfume. Y es perfectamente aplicable a las circunstancias. Porque se susurra que, a la hora de ahora, un verdadero plantel de abuelos Pantorrillas solicitan “jubilaciones” por lo que no hicieron durante seis años bien corridos.

JUAN JOSÉ LORENTE

JUAN JOSÉ LORENTE.


https://biblioteca.galiciana.gal/gl/inicio/inicio.do (1)

Imagen: Pixabay.com

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