La Correspondencia de España, 12
de enero de 1920 (1)
COMENTANDO
Hoy como ayer y mañana como hoy
digo que solo salvara a España una revolución hecha por la Monarquía
Nada mejor para demostrar que
pienso como he pensado toda mi vida, que reproducir un artículo publicado 24 de
junio de 1901. ¡Si todos los periodistas y políticos pudiesen reproducir sin
miedo a ser acusados de inconsecuencia lo que escribieron o hablaron, otro
gallo nos cantaría!
Ese artículo es de actualidad y
sirve para el momento presente, pues... ¡todo está igual!
Decía así:
***
“PASCUA DE RESURRECCION”
Maura, que ni es republicano ni
revolucionario, dijo que era necesario hacer una revolución desde arriba, ya
que el pueblo no la hacía desde abajo; y nosotros decimos lo que decía Maura:
la revolución se impone.
Nuestra revolución no es
republicana; es decir, que no es una revolución para lucro o beneficio de unos
cuantos caballeros. Nuestra revolución quiere el triunfo de la honradez
pública, llámese como se llame, y queremos esa revolución porque entendemos que
lo mismo da ser gobernados por un Rey que por un Presidente, con tal de que los
que compongan el Poder ejecutivo sean buenos gobernantes.
Con Monarquía y con República
pueden ser grandes los pueblos: con República o con Monarquía pueden estar los
pueblos torpemente regidos.
Enfrente de los partidos
republicanos y de los partidos monárquicos, que capitanean gentes caducas y
fracasadas, hay que constituir un partido revolucionario, decidido a reformar
por la fuerza, por la violencia, por la tiranía dictatorial si es preciso, los
convencionalismos políticos, que nos empequeñecen, para constituir una España
digna, fuerte, robusta, honrada, con conciencia de sus energías y de sus
debilidades, que no se deje empequeñecer, aún más de lo que está, en manos de
gobernantes que no tienen noción alguna del arte de gobernar a pueblos.
Y esa revolución, en la que caben
el pueblo y la Monarquía, hay que hacerla cuanto antes para que la Monarquía no
perezca; para que el pueblo no pierda su independencia, para que el Rey tenga
un reino y el reino tenga un Rey.
Estamos en momentos dificilísimos
para la Patria, y estando, como está, en la mente de todos que esa revolución
se impone, conviene muy mucho reflexionar qué revolución necesitamos: si una
revolución para la Monarquía o una revolución para la República.
“El Evangelio” afirma rotundamente
que nos será beneficiosa una revolución dentro de la Monarquía, porque ninguno
de los jefes republicanos nos merece confianza; más aún, porque todos son
ineptos y a todos les domina una intransigencia avasalladora, más temible que
el más terrible de los despotismos.
Don Alfonso XIII, niño aún, con
una inteligencia en la que no han anidado los prejuicios y apta para ser
«moldeada» muy liberal y democráticamente, constituye una esperanza, porque el
árbol que comienza a vivir ofrece frutos más ricos y seguros que los que dar
pueden los árboles añosos. Y carcomidos.
Una revolución que traiga la
libertad, de cultos, la independencia del Poder judicial, la responsabilidad
administrativa, la descentralización burocrática, la libre emisión del
sufragio, la enseñanza y el servicio militar obligatorios, la proporcionalidad
tributaria, la negación de la mano muerta y otras conquistas que anhelamos,
puede ser la base en que se cimente un reinado próspero, liberal, democrático,
grande, regenerador, y el Rey, que hoy es niño y constituye una esperanza,
pueda ser mañana una realidad hermosa.
Antes de perder la fe hay que poner en práctica ideas salvadoras, y antes de renegar de una Monarquía a la cual rodean políticos ineptos, es necesario rodearla de insignes patricios, de verdaderos hombres de Estado, de personas que tengan virtudes privadas y públicas. Esto es lo honrado, esto es lo digno.
Nosotros afirmamos rotundamente
que, aún más culpa que los Gobiernos, tienen los jefes republicanos de cuanto
ha ocurrido en España durante los últimos años, puesto que su voz no se ha oído
nunca una vez tan sólo para proponer proyectos salvadores, para acusar, para
exigir responsabilidades, para tomar iniciativas, para salvar a la patria. Su
obra ha sido negativa; su labor, estéril e infecunda; su conducta, suicida.
Cobardes, no han tenido ni aun el
valor de tomar las armas; y cuando para su negocio han engañado a unos cuantos
incautos, como Villacampa, han cometido la vileza de esconderse entre
colchones, poniendo a buen recaudo el producto de sus abogacías, comisiones,
subvenciones y demás medios de vida.
No nos duelen prendas, y por eso
declaramos que somos monárquicos, pero monárquicos de una Monarquía
revolucionaria, que sepa hacer lo que hacer no han sabido los republicanos.
Y por eso esperamos esa
revolución, o mejor dicho, por eso predicamos ese movimiento, sea como fuere,
pacifico o sangriento, triunfando con la palabra o venciendo entre el humo de
la pólvora, conquistando la regeneración por la fuerza de la razón o por la
razón de la fuerza.
Por ser revolucionarios pedimos
revolución; pero por ser monárquicos decimos a la Monarquía que la haga. Cuando
el Rey llegue a su mayoría de edad, lo primero que debe hacer es proclamarse el
primer revolucionario del Reino, barrer toda la podredumbre política que corroe
España, y si no basta con barrerla, extirparla. Y no se asuste del ruido de los
disparos, ni del olor de la pólvora, pues España entera echará las campanas a
vuelo para de- mostrarle que llegó su Pascua: su Pascua de Resurrección.»
Eso decía en 1901 en “El
Evangelio”, y eso digo en 1920 en LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA. Lo decía por
sentirlo, lo digo por seguir sintiéndolo. Y hoy como ayer monárquico siempre,
sin haber dejado de escribir en defensa de la Monarquía ni imágenes día, me
atrevo a decir al Rey hombre, lo que decía al Rey niño: «Señor, decídase a
hacer la Revolución, aunque sea con ruido de disparos y olor de pólvora, porque
España espera su Pascua: su Pascua de Resurrección.»
***
Eso
decía en 1901 en “El Evangelio”, y eso digo en 1920 en LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA,
Lo decía por sentirlo, lo digo por seguir sintiéndolo. Y hoy como ayer, monárquico
siempre, sin haber dejado de escribir en defensa de la Monarquía ni un solo día,
me atrevo a decir al Rey hombre, lo que decía al Rey niño: “Señor. Decídase a
hacer la Revolución, aunque sea con ruido de disparos y olor de pólvora, porque
España espera su Pascua: su Pascua de Resurrección”
JUAN DE ARAGÓN
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
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