lunes, 3 de febrero de 2025

A083 SALVAR ESPAÑA CON UNA REVOLUCION DESDE LA MONARQUIA

 

La Correspondencia de España, 12 de enero de 1920 (1)

COMENTANDO

Hoy como ayer y mañana como hoy digo que solo salvara a España una revolución hecha por la Monarquía

Nada mejor para demostrar que pienso como he pensado toda mi vida, que reproducir un artículo publicado 24 de junio de 1901. ¡Si todos los periodistas y políticos pudiesen reproducir sin miedo a ser acusados de inconsecuencia lo que escribieron o hablaron, otro gallo nos cantaría!

Ese artículo es de actualidad y sirve para el momento presente, pues... ¡todo está igual!

Decía así:

***

“PASCUA DE RESURRECCION”

Maura, que ni es republicano ni revolucionario, dijo que era necesario hacer una revolución desde arriba, ya que el pueblo no la hacía desde abajo; y nosotros decimos lo que decía Maura: la revolución se impone.

Nuestra revolución no es republicana; es decir, que no es una revolución para lucro o beneficio de unos cuantos caballeros. Nuestra revolución quiere el triunfo de la honradez pública, llámese como se llame, y queremos esa revolución porque entendemos que lo mismo da ser gobernados por un Rey que por un Presidente, con tal de que los que compongan el Poder ejecutivo sean buenos gobernantes.

Con Monarquía y con República pueden ser grandes los pueblos: con República o con Monarquía pueden estar los pueblos torpemente regidos.

Enfrente de los partidos republicanos y de los partidos monárquicos, que capitanean gentes caducas y fracasadas, hay que constituir un partido revolucionario, decidido a reformar por la fuerza, por la violencia, por la tiranía dictatorial si es preciso, los convencionalismos políticos, que nos empequeñecen, para constituir una España digna, fuerte, robusta, honrada, con conciencia de sus energías y de sus debilidades, que no se deje empequeñecer, aún más de lo que está, en manos de gobernantes que no tienen noción alguna del arte de gobernar a pueblos.

Y esa revolución, en la que caben el pueblo y la Monarquía, hay que hacerla cuanto antes para que la Monarquía no perezca; para que el pueblo no pierda su independencia, para que el Rey tenga un reino y el reino tenga un Rey.

Estamos en momentos dificilísimos para la Patria, y estando, como está, en la mente de todos que esa revolución se impone, conviene muy mucho reflexionar qué revolución necesitamos: si una revolución para la Monarquía o una revolución para la República.

“El Evangelio” afirma rotundamente que nos será beneficiosa una revolución dentro de la Monarquía, porque ninguno de los jefes republicanos nos merece confianza; más aún, porque todos son ineptos y a todos les domina una intransigencia avasalladora, más temible que el más terrible de los despotismos.

Don Alfonso XIII, niño aún, con una inteligencia en la que no han anidado los prejuicios y apta para ser «moldeada» muy liberal y democráticamente, constituye una esperanza, porque el árbol que comienza a vivir ofrece frutos más ricos y seguros que los que dar pueden los árboles añosos. Y carcomidos.

Una revolución que traiga la libertad, de cultos, la independencia del Poder judicial, la responsabilidad administrativa, la descentralización burocrática, la libre emisión del sufragio, la enseñanza y el servicio militar obligatorios, la proporcionalidad tributaria, la negación de la mano muerta y otras conquistas que anhelamos, puede ser la base en que se cimente un reinado próspero, liberal, democrático, grande, regenerador, y el Rey, que hoy es niño y constituye una esperanza, pueda ser mañana una realidad hermosa.

Antes de perder la fe hay que poner en práctica ideas salvadoras, y antes de renegar de una Monarquía a la cual rodean políticos ineptos, es necesario rodearla de insignes patricios, de verdaderos hombres de Estado, de personas que tengan virtudes privadas y públicas. Esto es lo honrado, esto es lo digno.


Nosotros afirmamos rotundamente que, aún más culpa que los Gobiernos, tienen los jefes republicanos de cuanto ha ocurrido en España durante los últimos años, puesto que su voz no se ha oído nunca una vez tan sólo para proponer proyectos salvadores, para acusar, para exigir responsabilidades, para tomar iniciativas, para salvar a la patria. Su obra ha sido negativa; su labor, estéril e infecunda; su conducta, suicida.

Cobardes, no han tenido ni aun el valor de tomar las armas; y cuando para su negocio han engañado a unos cuantos incautos, como Villacampa, han cometido la vileza de esconderse entre colchones, poniendo a buen recaudo el producto de sus abogacías, comisiones, subvenciones y demás medios de vida.

No nos duelen prendas, y por eso declaramos que somos monárquicos, pero monárquicos de una Monarquía revolucionaria, que sepa hacer lo que hacer no han sabido los republicanos.

Y por eso esperamos esa revolución, o mejor dicho, por eso predicamos ese movimiento, sea como fuere, pacifico o sangriento, triunfando con la palabra o venciendo entre el humo de la pólvora, conquistando la regeneración por la fuerza de la razón o por la razón de la fuerza.

Por ser revolucionarios pedimos revolución; pero por ser monárquicos decimos a la Monarquía que la haga. Cuando el Rey llegue a su mayoría de edad, lo primero que debe hacer es proclamarse el primer revolucionario del Reino, barrer toda la podredumbre política que corroe España, y si no basta con barrerla, extirparla. Y no se asuste del ruido de los disparos, ni del olor de la pólvora, pues España entera echará las campanas a vuelo para de- mostrarle que llegó su Pascua: su Pascua de Resurrección.»

Eso decía en 1901 en “El Evangelio”, y eso digo en 1920 en LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA. Lo decía por sentirlo, lo digo por seguir sintiéndolo. Y hoy como ayer monárquico siempre, sin haber dejado de escribir en defensa de la Monarquía ni imágenes día, me atrevo a decir al Rey hombre, lo que decía al Rey niño: «Señor, decídase a hacer la Revolución, aunque sea con ruido de disparos y olor de pólvora, porque España espera su Pascua: su Pascua de Resurrección.»

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Eso decía en 1901 en “El Evangelio”, y eso digo en 1920 en LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, Lo decía por sentirlo, lo digo por seguir sintiéndolo. Y hoy como ayer, monárquico siempre, sin haber dejado de escribir en defensa de la Monarquía ni un solo día, me atrevo a decir al Rey hombre, lo que decía al Rey niño: “Señor. Decídase a hacer la Revolución, aunque sea con ruido de disparos y olor de pólvora, porque España espera su Pascua: su Pascua de Resurrección”

JUAN DE ARAGÓN

(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do

 

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