La Correspondencia de España, 17
de agosto de 1909 (1)
Ataca a los oportunistas que se
dedican a vender a los soldados, gafas, ya que los temporales de arena en
Melilla, le hace imposible su visibilidad. De igual manera publica que a los
oficiale son les dejan usar el “gorro sarakof”, solicitando al ministro de la
orden que cree una orden para poder usar el gorro cuando crean conveniente.
Solicita que los acaudalados regales vehículos, llama la atención para donar
lanchas que son necesarias y que amplíen la dotación de vapores
La Correspondencia de España, 17 de agosto de 1909 (1)
MELILLA,
ALHUCEMAS Y EL PEÑON
Efectos
del temporal. - Los moros de Quebdana
(SERVICIOS
ESPECIALES DE “LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA”)
Desde
Melilla
El día
de ayer
(CABLEGRAMAS
DE NUESTRO DIRECTOR)
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Melilla. Al regresar un convoy las fuerzas de Caballeria de una de nuestras posiciones avanzadas persiguen a los moros agresores. |
Anotaciones
oportunas.
MELILLA.
(Lunes, noche.) El temporal reinante es de lo más molesto que os podéis
imaginar.
Los
efectos del vendaval, de todo punto insoportables.
Nubes
de arena cubren la plaza, el campo exterior y los campamentos.
Hacen
un gran negocio los vendedores de gafas.
Los
soldados acuden a adquirirlas, porque prefieren gastar unas monedas à cegar.
Parece
hoy Melilla una enorme ciudad de cegatos.
Nunca
habrá podido emplearse con tanta propiedad como hoy en esta plaza la frase
gráfica de que «se masca el polvo».
El
viento azota con furia loca.
Tales
son sus ímpetus, que parte los palos de los vapores que en el puerto se
encuentran.
La
draga ha tenido que regresar de Mar Chica, abandonando el trabajo emprendido.
El
convoy que, como de costumbre, salió de la plaza hoy para llevar nuevas
provisiones a los puestos avanzados, ha hecho su marcha entre nubes de arena,
que constituían un enemigo más molesto aún que los kabileños armados, porque se
le tenía más cerca y no había medio de rechazarle.
Muy
singular es el espectáculo que los campamentos presentan.
Los
soldados dedicanse a colocar en las tiendas amarras más seguras, temerosos de
que el huracán las arrebate, como con muchas ha hecho.
En la
plaza hay que cerrar herméticamente puertas, balcones y ventanas, porque las
habitaciones y los muebles, a poco descuido que se tenga, se cubren de arena.
Aun
poniendo el cuidado que digo, no se libran las casas de que por las rendijas se
deslicen impetuosas las cegadoras nubes.
En el
puerto, la marinería tiene que realizar esfuerzos realmente titánicos para
llegar, con las pequeñas barcas, desde los cruceros a tierra.
Del
vapor «Guillermo Ruiz» ha arrancado el vendaval completamente el palo mayor.
No es
extraño, pues la fuerza del huracán es tan terrible que corta los palos de los
buques como si fuesen débiles cañas.
A las
seis de la tarde no había regresado aún a este puerto el vapor “Sirena”.
La
tardanza me tiene intranquilo, por el temor de que le haya pasado algo a causa
de este violento temporal.
Me
queda la esperanza de que haya logrado arribar a algún refugio seguro.
No sé
si nuestro compañero Guillermo Ritwagen os habrá cablegrafiado desde Alhucemas
o desde algún otro punto. Aquí no ha llegado de él ninguna noticia
Pasando
a otros puntos, declaro que he oído lamentarse a muchos jefes y oficiales de
este Ejército de operaciones por el hecho de que no les sea posible usar a toda
hora el «salakof».
Su lamentación es fundada. La gorra no les
resguarda de los furores del sol. Y cuenta que al presente es aquí el sol uno
de los más irresistibles enemigos.
Yo
creo que el ministro de la Guerra prestaría un excelente servicio a los jefes y
oficiales que están en campaña, autorizándoles, por medio de una real orden, a
usar el «salakof», siempre y cuando lo tengan por conveniente... que sí lo
tendrán por conveniente a toda hora, si se les autoriza.
Tanto,
que de hacerlo así el ministro, caerán sobre su cabeza muchas bendiciones.
Tantas como maldiciones lanzan ahora al astro rey de las esferas los que pasan
por el trance de padecerlo... sin «salakof».
Otra
recomendación.
Esta
es para las damas españolas que tan bien dispuestas están a hacer a nuestros
soldados mas llevaderos los rigores de la campaña.
Harán
nuestras mujeres una obra positivamente practica-con honores, al mismo tiempo,
de santa obra- enviando a Melilla sabanas, camisas, camisetas, calzoncillo,
alpargatas y trajes de rayadillo, para las mudas de los heridos.
El
general del Real, a quien hace pocos momentos he manifestado mi propósito de
dirigir esta excitación a las nobles mujeres españolas, ha expresado su
asentamiento con estas palabras:
-Sí,
querido Romeo; eso sería muy práctico y facilitaría grandemente las tareas que
pesan ahora sobre los hospitales.
Lanzada
está la voz. Yo estoy seguro de que a las mujeres españolas ha de bastarles con
esta indicación mía para poner inmediatamente manos a la obra.
También
harían muy buena obra al Ejército de operaciones -que es tanto como hacer una
buena obra á la Patria- aquellos acaudalados señores que se decidieran a poner
sus automóviles al servicio del general Marina, pues esos vehículos serían un
maravilloso auxiliar en muchos sentidos: para transporte de municiones y víveres,
para la rápida transmisión de órdenes, para el más satisfactorio traslado de
enfermos y heridos, etcétera.
Yo
aseguro a los potentados que quieran oírme que el día en que nuestro Ejército
del Rif disponga de unos cuantos más, mejor-camiones automóviles, habremos dado
un paso excelente en el camino de la buena marcha de los servicios.
No
menos urgente y necesario considero el envío de diez o doce lanchas de vapor,
para utilizarlas en el servicio de remolques, lo cual facilitaría
extraordinariamente los desembarcos.
El
Gobierno, además, debe apresurarse al establecimiento de un buen depósito de
carbón. Hace mucha falta ese acuerdo.
Y debe
asimismo cuidarse de fletar, cuanto antes le sea posible, cuatro buenos barcos
de vapor, pequeños, de 150 toneladas, para cruzar la costa de noche y día y
evitar el contrabando.
Haciéndolo
así, se ahorraría mucho en carbón, teniendo en cuenta que lo que en carbón
gasta un cañonero en el espacio de una semana es lo que durante un mes
importaría el flete de uno de los indicados vapores.
Además,
hay que fijarse en que dichos vapores, por su poco calado, pueden entrar en
sitios que están vedados a los torpederos por su mayor porte.
Me ha
parecido conveniente hacer las indicaciones que anotadas quedan, ya que no es
posible hoy hablar de otra cosa, pues nada ocurre aquí de nuevo al presente -nubes
de arena aparte--y la tranquilidad sigue imperando.
Ya
metidos en la pendiente de las peticiones, y para terminar, vamos con otra.
Buena
obra seria también la de enviar a Melilla 20.000 gafas, como las que usan los
automovilistas, de cristales muy blancos.
Es el
único medio de que los soldados puedan ver en días de viento tan formidable
como el de hoy.
Y esos
días son aquí unos 120 al año.
Sería,
repito, una buena obra.
De no
saber las múltiples atenciones patrióticas que en la actualidad pesan sobre la
señora marquesa de Squilache, yo me atrevería a brindar esta última parte de
mis notas a tan ilustre cuanto españolísima dama.
Llegada
de moros notables.
MELILLA.
(Martes, mañana.) Llegaron ayer a este campamento de Melilla los moros Hamad
Ben Bu Sfia, Mohamed Ben Bu Sfia, hijos del kaid Bu Sfia, jefe principal de la
kabila de Quebdana, acompañados de Ben Abdallah Mechdu.
Los
tres son arrogantes ejemplares del tipo moro, muy simpáticos y de trato muy
agradable.
Suponiendo
yo, por ciertos datos que tenía, que podrían traer noticias interesantes, híceme
presentar a ellos, entablé conversación por medio de un intérprete de
confianza, y durante la comida que siguió a nuestro encuentro, y que duró tres
horas, de ocho a once de la noche, refiriéronme cosas de verdadero interés.
El que
trata a los moros con afecto, respetando sus usos y costumbres y no censurando
sus creencias, lleva mucho adelantado para ganar sus simpatías y captarse su
confianza.
El
almuerzo.
Cuando
vieron que yo les daba de comer patatas fritas, huevos, pescados y frutas, sin
que en la comida con que les obsequié entrase nada absolutamente de lo
prohibido por el Koran, dijéronme que yo era el primer cristiano que les había
dado comida a propósito y conforme a su religión y creencias.
Cuando
yo les enseñe la carta pasaporte que hace años me dio, por mediación de
Abderramán Ben el Bugadi, el sherif de Wazzán, pasaporte que siempre llevo
conmigo en la cartera, quedáronse admirados, extremaron sus manifestaciones de
afecto diciéndome que esa carta me hacía para ellos amigo sagrado y que, por
consiguiente, no me mentirían en nada de cuánto me dijeran.
Invitación
amistosa.
Invitáronme
además a ir a su casa, situada a veinte kilómetros Sur de la Restinga, en las
montañas de Quebdana, para visitar a su padre, ofreciéndome que sus seis
hermanos y toda su kabila vendrían por mí el martes próximo para acompañarme
hasta allí.
Entre
grandes manifestaciones de afecto me dijeron, al parecer llenos de buena fe,
que ellos quieren ser amigos de España, pues la kabila de Quebdana está ya
cansada y ha recibido muchos perjuicios de las luchas civiles y sangrientas
entre los partidarios del Roghi, los de Abdelaziz y los de Muley Hafid, y se
han convencido de que dicha kabila de Quebdana puede ser rica y poderosa con la
protección de España, como son las de Beni Snassen y Ulad Nansur con la
protección de Francia.
«Queremos
paz - dicen, - paz continua y perfecta, que nos permita vivir tranquilos para
labrar nuestros campos y criar nuestros ganados, que constituyen nuestra fuerza
y riqueza, y para conseguir esto nos hallamos dispuestos en absoluto a ayudar
con todas nuestras fuerzas a España.»
Familia
patriarcal
«Nuestro
padre Bu Sfia-siguen diciendo los de Quebdana- tiene ya más de setenta años, y
sus seis hijos, todos de una sola mujer, estamos completamente unidos, nos queremos
entrañablemente y pensamos del mismo modo, deseando todos servir a España.»
Propagandistas
contra España.
«Al
principio de la lucha llegaron a nuestra kabila algunos emisarios de los
Guelayas y engañaron a unos cuantos de los nuestros- prosiguen los moros de
Quebdana,- diciéndoles que en la guerra con España podrían obtener gran botín,
especialmente en caballos, mulas y armas, sin contar las grande cantidades de
dinero, y por esto muchos de los engañados estuvieron en el Gurugú peleando
contra los españoles.
Pero
allí, según nos han referido a la vuelta, sólo encontraron mucho fuego de cañón,
muchas balas de mauser y muchos golpes de bayoneta.
Veinte
de ellos murieron, 28 regresaron heridos y otros 118, que volvieron sanos,
aunque maltrechos, llegaron dispuestos a no volver a correr más aventuras, pues
según nos dijeron con exageradas exclamaciones no encontraron mulas, ni dinero,
sino metralla.
No
quieren guerra.
Hoy no
hay un sólo quebdanní que sea partidario de la guerra ni que esté dispuesto a
incorporarse a la harka.
Añaden
los quebdaníes que han regresado del campo que toda la explanada de Zeluán está
absolutamente, tranquila y creen que hasta dicho punto no ha de haber cuidado
ni temor alguno, pues los enemigos no comienzan a dejarse ver hasta las
estribaciones de las kabilas de Beni Bu Ifrur y Ulad.
No es
exacto que los moros de estas kabilas, ni la de Guelaya tengan ningún
prisionero español, pues sólo cogieron en los días de los combates algunos
muertos, entre ellos cuatro oficiales, uno de los cuales llevaba en el bolsillo
una cartera con muchos billetes de mil pesetas y muchas sortijas:
Lucía
este oficial estrellas de capitán.
Los
soldados y oficiales muertos fueron colocados en una cañada del Gurugú, que
mira hacia Nador, ya casi en la falda del monte.
Los
objetos, que para los aprehensores no tenían valor alguno, fueron vendidos en
los zocos de El Harka y. de Zelata.
Un
francés que llegó al campamento rifeño con propósito de enterarse de si estaba
prisionero un oficial, pasó por Québdana y llevaba cartas para el Chaldy y para
Mizián.
Pasó
por nuestra kabila el domingo antepasado y regresó el sábado último,
confirmándonos estas noticias.
Situación
del enemigo.
Los
moros Mizian y Chaidy se hallaban en aquella fecha (cuando pasó por allí el súbdito
francés), en Beni Bu Ifrur, donde se ha concertado la harka, quedando en las
laderas del Gurugú que miran a Melilla unos ochocientos moros solamente.
El
resto de toda la fuerza, que está al otro lado del monte, asciende a unos once o
doce mil moros.
La
organización francesa.
Los
hermanos Bu Sfia me explicaron detalladamente la organización de las fuerzas
francesas en la kabila de Beni Snassen.
Hay allí
un comandante y un oficial, los cuales han creado una policía indígena muy
diestra y disciplinada, mandada por un jefe, especie de general o gobernador
moro, el cual tiene a sus órdenes un caíd con cuarenta askaris o goumiers por
cada fracción o tribu.
La
remuneración que reciben estos soldados moros es de veinte a veintiocho duros
los caides y ciento el general.
-Beni
Snassen es ya francés-me dicen mis interlocutores, -y toda la orilla derecha
del Muluya está tan tranquila que puedes andar por todas las kabilas lo mismo
de noche que de día, sin temor de ninguna especie a la más ligera agresión,
pues el Majzén francés lo tiene todo perfectamente vigilado.
Deseos
de los quebdanas.
Esta
es nuestra aspiración-añaden los moros. -Queremos vivir al amparo de España,
como viven los de Beni Snassen bajo el apoyo de los franceses, pudiendo
sembrar, hacer nuestra recolección y estar tranquilos, sin temor a la guerra, y
realizar nuestras expediciones sin necesidad de apelar a las armas.
Por
eso deseamos que España nos ampare y nos acoja y sostenga como amigos.
Cuando les pregunto si podremos hacer la
expedición que me proponen, me contestan dándose golpes en el pecho y
señalándose al cuello, que antes les cortarán á ellos la cabeza que sucederme a
mi ningún perjuicio, pues «cuando moro dice ven casa mía, no engaña».
Pregunté
nuevamente y con insistencia si el afecto que dicen profesar á España es sincero,
y me contestaron textualmente:
«Mira:
Roghi antes y Chaldy ahora, roban todo ganado y cosechas; España no robará como
ellos, y somos amigos porque nos conviene mucho. Y por eso dispuestos estamos a
tirar con fusilería contra los Guelayas si vienen a provocarnos como hace
veinte días:»
Despedida.
Cuando
ya tarde nos despedimos, me repitieron los de Quebdana con insistencia que no
falte el martes en modo alguno; pero confieso francamente que la excursión no
me seduce, pues nada tiene de extraordinaria, ni se presta a ninguna
información de interés.
Excursión
interesante.
En cambio, preparo otra
excursión mucho más interesante, que tendrá por objeto estudiar cómo penetra
Francia en el territorio marroquí.
Iré a Port Say, y desde allí,
haciendo unos 6o kilómetros, recorreré todo el Muluya, para volver a la
Restinga por Quebdana, o sea, salir por casa de Bu Sfía en vez de entrar por
ella.
No se
puede hablar.
De Melilla no se puede decir
casi nada, y lo que puede decirse no merece la pena de hacer ningún sacrificio
de trabajo, ni de dinero para transmitirlo.
ROMEO
***
El correo gallego, 25 de agosto de
1909 (2)
Solicita a la Marquesa de
Esquilache que done 20.000 gafas a nuestros soldados en África.
Veinte mil gafas para los soldados
El vendaval de anteayer sugirió a
D. Leopoldo Romeo un hermoso artículo dedicado a la Marquesa de Esquilache,
solicitando de sus nobles sentimientos, gafas para nuestros soldados.
Apenas la noble dama leyó el artículo
en La Correspondencia de España, apresúrese a telegrafiar a su director,
manifestándole haber adquirido las cortas existencias que había en la Corte y
le anuncia, que con toda urgencia ha encargado al Extranjero el número de las
que solicitaba.
Merced a la feliz iniciativa del
señor Romeo y a los generosos sentimientos de la filantrópica Marquesa de
Esquilache tendrán nuestros soldados defensa contra ese viento que ciega.
De otros excelentes pensamientos
del Sr. Romeo, tenemos noticia, todos ellos inspirados en el ferviente deseo de
que el ejército español opere con la mayor eficacia y logre triunfos
brillantes, pero nada hemos de decir de ellos hasta verlos realizados.
(1) https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
(2) https://biblioteca.galiciana.gal/gl/inicio/inicio.do
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